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Un Barça sublime explota el globo blanco

Los azulgrana bailaron en una coreografía perfecta a un Madrid caricaturesco

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Un Barça sublime dinamitó el proyecto recién construido por Mourinho, que sufrió la mayor humillación deportiva de su carrera y al que sólo le quedó el recurso de atrincherarse en su banquillo, sin asomar la cabeza durante toda la segunda parte. Es cierto que falta un mundo, que el Madrid está sólo a dos puntos y que le queda el reto de intentar la venganza en el Bernabéu, pero el roto sufrido en el Camp Nou tiene difícil cosido.

Fue una manita pero lo peor para los merengues es la sensación de impotencia, de darse un batacazo terrible que les dejará secuelas para seguir tan vivitos y coleando como estaban antes de visitar un campo maldito. Y suerte tienen de que, por desgracia para la competición, pocos adversarios encuentran de fuste en la supuesta mejor Liga del mundo.

El Barça fue virtuoso, elegante, eficaz, valiente, moderno y preciso. Y el Madrid quedó retratado, borrado del mapa. Ni potencia, ni verticalidad, ni profundidad, ni pegada, ni buen orden defensivo, ni contragolpe ni nada de nada. Ni siquiera supo perder. Un equipo menor, infinitamente peor en este duelo que el de Pellegrini, que regresa cabizbajo y con varios jugadores marcados, en especial Marcelo, Khedira, Ozil, Benzema, el expulsado Sergio Ramos y hasta los dos centrales portugueses, seguros de vida hasta el lunes de pasión. En cinco partidos, Guardiola suma cinco triunfos, 16 goles a favor y sólo dos en contra frente a su eterno rival. Sobran las palabras.

¡Silencio, se juega!

Después de una semana larga de habladurías, tópicos, chismes, artículos y opiniones de mil y un expertos, al fin llegó la hora de hablar sobre el césped mojado, ideal para las combinaciones rápidas de los azulgrana. Se aseguró de forma unánime que sería el clásico más equilibrado de los últimos tiempos, un duelo de estilos superlativo, pero, en el momento cumbre, la obra inédita que representa cada partido se escribió en catalán.

Las ansias de revancha con que la tropa de Guardiola esperaba a ´Mou’ se plasmaron con el balón, mediante un fútbol por momentos excelso. Una danza con la que bailaron a un Madrid patoso, asustadizo, negado en defensa y desaparecido en ataque. Una coreografía perfecta, un plan diseñado al detalle frente a unos movimientos desacompasados, torpes. El Madrid no le puso ni ritmo, ni música, ni letra al duelo. Apenas miró el espectáculo.

Fiel a su estilo, tal y como prometió Guardiola en la víspera, el Barça realizó una puesta en escena extraordinaria en la que resolvió el partido. Marcó dos goles en poco más de un cuarto de hora y pudo hacer alguno más, ya que Messi dibujó un centro-chut precioso que se estrelló en el poste, con Iker ya batido. El rostro desencajado del mejor portero del mundo evidenciaba el bochorno que sufrió el Madrid, con una posesión irrisoria de apenas un 25% .

Mientras los catalanes jugaron como siempre, con dos jugadores siempre muy abiertos e Iniesta y, sobre todo Messi, con plena libertad para sacar de su posición, y de sus Casillas, a Pepe y Carvalho, el Madrid actuó en función del rival. Mourinho se equivocó en el planteamiento y recordó esos gestos extraños que caracterizaban a Cruyff cuando se enfrentaba a los merengues.

Desajustes blancos

En ausencia de Higuaín, aquejado de una lumbalgia, el técnico luso apostó por Benzema, al que le vino enorme el partido. Y cambió de banda a Cristiano y Di Maria para que el argentino se ocupase de Dani Alves. El Madrid se plantó con hasta cinco defensas, ya que el ex del Benfica se pegó al lateral zurdo y Marcelo vino a ser una especie de tercer central. El brasileño volvió a sus orígenes, ya que cerró mal en los dos goles. Había mejorado este curso pero, en su primer examen selectivo, suspendió con muy deficiente.

El Madrid adelantó la zaga unos veinte metros pero sin presionar y sin tener el balón, lo que equivale a un suicidio ante un ‘Barça trionfant’, con unos automatismos sin parangón en el planeta fútbol. Mourinho puso un autobús en el Camp Nou pero destartalado, sin freno, sin motor y sin ventanas. Un vehículo para el desguace comparado con la vistosa y elegante limusina del adversario. No hubo batalla en el centro del campo, donde se cocinan los partidos. A lo largo del primer tiempo, el Barça tocaba con hasta cinco hombres por esa zona y el Madrid sólo tenía a Xabi Alonso y a Khedira, un tarugo en comparación con los medios campeones del mundo. Con Benzema a su bola, Cristiano pendiente de sus bicicletas y Di María desorientado, los Busquets, Iniesta, Xavi, Messi y Pedrito se dieron un festín.

El primer gol llegó en el primer grave desajuste blanco. Iniesta vio el desmarque de Xavi, que le ganó la espalda a Marcelo en una pareja de baile de lo más extraña. Siete minutos después, Xavi abrió a Villa, el centro de éste no lo atajó Casillas y don Pedro marcó a placer.

La hora de Villa

El Madrid no encontraba la forma de parar el partido. Sólo lo consiguió algunos minutos después de una bronca tremenda por un quítame allá ese balón. Guardiola tardó en darle el esférico a Cristiano, éste le empujó y los azulgrana dejaron claro que al astro luso no le iban a pasar ni una. Iniesta y Valdés se fueron como posesos a por él. Y, entre discusión y discusión, los blancos aguantaron el sofoco hasta el descanso.

Mourinho señaló a Özil, alabado hasta ahora, y le quitó en el descanso para reforzar el sistema defensivo con Lass. Más tarde, el sacrificado fue Marcelo. Y entre cambio y cambio, Villa se tomó su particular ajuste e cuentas. Florentino no le fichó por unos millones y prefirió a Benzema. Y el ‘Guaje’ habló sobre el campo con dos GOLES. Mourinho trabaja para mejorar al Madrid pero, visto lo visto, ha abierto todavía más el apetito de un Barça voraz. La guinda de Jeffren simbolizó la diferencia de modelos, el triunfo de la cantera frente a la cartera, del método de Guardiola frente al estilo de ‘Mou’.