Pete Mickeal anota ante Berni Rodríguez. / Archivo
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Pete Mickeal: Cuando el 'hermano' se suicida

La historia del alero blaugrana es una historia de superación, de caídas al fango y recuperación gracias al deporte, en una vida marcada por la muerte de su primo, su mejor amigo

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando Pete Mickeal tenía sólo 16 años sufrió el mayor mazazo anímico de su vida. Su primo, su mejor amigo, a quien el alero estadounidense del Barça llamaba “hermano”, se suicidó a los 21 tras la muerte de su madre a causa de un cáncer. Mickeal se sumió entonces en una profunda depresión. Dejó de ir a la escuela, se encerró en casa, sus padres se divorciaron, su verdadero hermano pasó unos años en la cárcel, y Mickeal empezó a andar, como él mismo reconoce, “por el camino equivocado”. En su increíble historia de superación personal encontró refugio en otro amigo, compañero de equipo de instituto, que ahora es su entrenador y también su agente, David Watts. Él le obligaba a ir a entrenar y consiguió que aquel chaval perdido y desmotivado para el baloncesto se recuperase, y no sólo para el deporte.

Hoy, con 32 años, Mickeal es un tipo encantador, pero también duro, dentro y fuera de las canchas, en las que se transforma “como si fuera un animal”, porque así le han forjado los golpes: “Cualquiera que haya perdido a un amigo o familiar sabe por lo que pasé. Nada es peor que el día en que él murió. Para mí ya nada es difícil cuando me enfrento al baloncesto y la vida”. Nunca se pone nervioso. Desconoce lo que es verse agobiado por la presión. También fue víctima de una grave lesión que puso en peligro su carrera deportiva. Después de ser elegido en el ‘draft’ de la NBA (sorteo de novatos) en 2000 por los Mavericks de Dallas, se rompió el tendón de Aquiles y le llegaron a advertir de que podría quedarse cojo. Afortunadamente, algunos presagios médicos no se cumplieron.

Olvidado en la NBA, estrella en Europa

Nunca ha llegado a jugar en la Liga norteamericana, a pesar de formar parte de las plantillas de los Knicks y los Rockets, pero en el viejo continente puede presumir de ser campeón de Europa. Aparte de haber conquistado una Liga ACB -con el Tau- y convertirse en el héroe de la final de Copa que ganó también como baskonista, al taponar en la prórroga, sobre la bocina, un triple de Berni Rodríguez que habría dado el título al Unicaja en 2009. Él solo decidió aquella Copa y la euforia del momento le llevó a romper el protocolo y lanzarse, saltando sobre todo aquel que se le ponía por delante, a las gradas del Palacio de los Deportes de Madrid para festejarlo con sus familiares. Para él, son lo más importante.

También tuvo que hacer frente a otro desagradable episodio, como consecuencia de un pasaporte búlgaro falso con el que se pretendía que jugase como comunitario en la Liga española. Una de tantas otras que conoce este trotamundos del baloncesto, porque después de abandonar Estados Unidos ha pasado también por Filipinas, Grecia (Peristeri y Makedonikos), Rusia (Dinamo de Moscú), e incluso Corea del Sur, en un año casi sabático, desde que abandonó el Leche Río Breogán hasta que fichó por el Tau. “El baloncesto es mi trabajo”, proclama este portento físico que rebosa talento y carácter competitivo en la pista pero tiene una pasión mayor que el ‘basket’. “Pescar es mi verdadero amor”, asegura quien ya está acostumbrado a comprar en las subastas en las lonjas y piensa dedicarse al deporte de la caña cuando se retire.