dimisión en alemania

El presidente que quiso ampliar las dimensiones de su cargo

El mandatario, que hoy ha dejado el cargo, pasará probablemente a la historia por querer llevar su puesto más allá de su tradicional carácter representativo

BERLÍN Actualizado: Guardar
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Horst Köhler, que hoy ha dimitido inesperadamente como presidente de Alemania, pasará probablemente a la historia como alguien que quiso ampliar las dimensiones de su cargo y llevarlo más allá de su tradicional carácter representativo.

Köhler llegó a la presidencia alemana en 2004 con el compromiso entre su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), y el Partido Liberal (FDP). El candidato de la CDU era el actual ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, que no encontró el respaldo del FDP por lo que quedaba sin posibilidad alguna de encontrar una mayoría en la Asamblea Federal. Cuando fue consultado por la cúpula de la CDU sobre su disposición para convertirse en presidente, Köhler estaba al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI). En Alemania había llegado a ser secretario de Estado, pero era más un tecnócrata que un político. En ese momento, era más conocido en algunos países de Latinoamérica por su papel al frente del FMI, que por sus compatriotas, y su elección formaba parte de una estrategia de la CDU y el FDP que se preparaban para formar una nueva coalición de gobierno que dependía de un triunfo en las elecciones de 2005.

La coalición entre la CDU y el FDP tuvo que esperar cuatro años más -los democristianos formaron coalición con los socialdemócratas- y Köhler tuvo entonces y durante su primer mandato una especie de periodo de gracia para desarrollar un perfil independiente. Desde el comienzo, intentó interpretar su cargo -que es ante todo representativo- de una forma un tanto más "agresiva" que la mayoría de sus antecesores como Johannes Rau, Roman Herzog o, incluso, Richard Von Weizscäcker, que solían actuar como mera conciencia moral de Alemania. Köhler, en cambio, se acercaba bastante en sus intervenciones diarias a la política del día a día y trataba de señalar caminos lo que, aunque despertaba simpatías, también le hacía susceptible de críticas.

En uno de sus primeros discursos desarrolló una idea que era casi el núcleo de un programa de gobierno, según la cual toda decisión que tomara el Ejecutivo debía ser examinada bajo la repercusión que causase en el mercado laboral. Eso produjo aplausos, pero también críticas de quienes decían que no se trataba sólo de crear empleos a cualquier coste. En ese momento había en Alemania una discusión sobre la posibilidad de impulsar un sector de empleos de baja remuneración a través de una regulación del mercado laboral. Había quienes se oponían a ello y consideraban que se trataba sólo de una estrategia para reducir costes de las empresas y que a la larga no le iba a permitir a la gente vivir de su trabajo.

Perdió el carácter intocable de su cargo

Köhler, que actualmente tiene 67 años, se vio en medio de la discusión y perdió, casi desde el primer momento, el carácter intocable que suelen tener quienes ejercen su cargo. Sus declaraciones sobre Afganistán fueron la última ocasión en que Köhler cayó en la tentación de entrar a terciar en política cotidiana. Lo que dijo (que la política de Defensa alemana debía tener en cuenta también los intereses económicos del país) causó una tormenta justo en momentos en que en Alemania aumenta el rechazo a la misión de Afganistán.

Además, Köhler fue acusado de estar abriéndole la puerta a intervenciones militares expresamente prohibidas por la Constitución alemana. Las críticas que recibió no tienen comparación con las que recibieron en el pasado otros presidentes alemanes. Köhler las ha interpretado como una falta de respeto a su cargo y asegura haber dimitido por ello. Sin embargo, hay muchos que opinan que hay otros motivos, como el de que su relación con el gobierno actual parece estar marcada por la desilusión.