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La provincia iraquí de Anbar pide auxilio contra los yihadistas

La toma de la ciudad de Hit ha provocado el desplazamiento de más de 180.000 personas

MIKEL AYESTARAN
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Mientras la alianza que lidera Estados Unidos reexamina la lucha contra el Estado Islámico (EI), los yihadistas se adaptan a la nueva forma de guerra y mantienen la lucha por extender el califato en Siria e Irak. Los bombardeos por mar y aire no consiguen frenar a un enemigo que mantiene el cerco sobre la ciudad kurdosiria de Kobani y en los últimos días ha afianzado su control sobre la provincia iraquí de Anbar, donde ya controlaría «el 70%» del territorio, según fuentes oficiales consultadas por el canal Al-Yasira.

El último golpe del EI en esta provincia de mayoría suní fue la toma de Hit, ciudad situada a 50 kilómetros de la capital, Ramadi, y ha supuesto la gota que ha colmado el vaso del Gobierno local, que ha dirigido una carta al Parlamento iraquí solicitando que pida a Washington el despliegue de tropas para «salvar otras ciudades y aldeas próximas a Bagdad». Este nuevo logro del EI ha obligado al desplazamiento forzoso de más de 180.000 personas, según la ONU, y ya son más de medio millón de civiles los que han abandonado la provincia desde comienzos de año.

Anbar es el lugar donde los hombres del califa, Abu Baker al-Bagdadi, asentaron los cimientos del califato en suelo iraquí con un levantamiento armado en enero en Ramadi y Faluya que obligó a retirarse a las tropas de Bagdad. Desde aquí extendieron sus tentáculos en verano a Tikrit y Mosul. El Ejército mantendría a 53.000 hombres en Anbar y cuenta con el apoyo de los voluntarios chiíes que se unieron a la guerra contra el EI tras la 'fatua' del ayatolá Alí Sistani, pero han demostrado que no son capaces de hacer frente a la amenaza yihadista y por eso los dirigentes locales vuelven a abrir las puertas al regreso de tropas a una de las zonas donde más bajas registraron los estadounidenses.

El 'despertar suní'

Desde Bagdad, sin embargo, el primer ministro, Haider al-Abadi, ha repetido en numerosas ocasiones desde su llegada al cargo en sustitución de Nuri al-Maliki que «cualquier soldados extranjero sobre el terreno será considerado fuerza enemiga». Tampoco Washington es partidario de regresar por tierra a Irak y Barack Obama lo considera una línea roja, aunque sus asesores militares adviertan de que los bombardeos por mar y aire no son suficientes para acabar con el EI.

Esta provincia fronteriza con Siria fue el lugar más duro para las fuerzas de Estados Unidos durante la ocupación y no lograron tranquilizar la zona hasta la puesta en marcha de una estrategia ideada por el general David Petraeus que consistió en poner en marcha los 'sahwa' o 'consejos del despertar'.

Decenas de miles de combatientes de la insurgencia suní empezaron a recibir sueldos de los americanos en todo el país a cambio de su colaboración hasta que a comienzos de 2009 se transfirió esta competencia al Gobierno de Nuri al-Maliki y empezaron los problemas. Sus sueldos se redujeron a una tercera parte y las autoridades sólo incluyeron a una pequeña parte en las fuerzas armadas ya que «no existe una confianza absoluta en ellos debido a su pasado insurgente», confiesan los oficiales en Bagdad cuando se les interroga al respecto. Las promesas incumplidas y la indefensión hicieron crecer el descontento entre los antiguos combatientes y muchos de ellos vuelven a empuñar el AK47 contra Bagdad, aunque a las órdenes del califa, Al-Bagdadi.