toros | El Puerto

Encastada corrida de Fuente Ymbro

Padilla y Ferrera cortan una oreja de distinto valor en una tarde donde el extremeño realizó lo más lúcido

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Tras bastantes años de espera, por fin los toros de la ganadería gaditana de Fuente Ymbro saltaron a la arena de la Plaza Real de El Puerto de Santa María. Vacada creada por Ricardo Gallardo en el año con reses de puro encaste Jandilla, que en sus inicios protagonizó un ascenso meteórico en su fama, por la encendida casta y excepcional bravura que derrochaban sus ejemplares. Hasta el punto de darse la paradoja, que prueba el carácter inocuo y uniforme que ha adquirido la fiesta, de que a una ganadería, cuya sangre es pura en la línea Juan Pedro Domecq, se le asignara una marcada condición de "torista". Con la consiguiente consecuencia inmediata de que las catalogadas figuras de la actual torería andante empezaron a eludir anunciarse con ella. Pero, como suele pasar en estos casos, poco a poco los éxitos de los fuenteymbros fueron sucediéndose más intermitentes, y desde hace varias temporadas se alternan con mucha frecuencia toros excelentes en su comportamiento con otros más descastados. Por fortuna, hoy hemos asiistido a la versión positiva de su juego, en corrida enrazada en general y con transmisión e interés permanentes.

Con templadas verónicas recibió Padilla al noble y repetidor, de salida, ejemplar que abrió plaza, que sería duramente castigado después en el monopuyazo de rigor. Compartió palos con Antonio Ferrera y ambos verificaron un aseado tercio rehiletero, que resultó espectacular pero carente de apreturas en las reuniones. El toro llegó con pocas fuerzas y escaso recorrido al último acto de su lidia, amén de demostrar nulas ganas de pelea, en flagrante manifestación de su descastamiento. Esbozó el jerezano conatos de medios pases por ambos pitones y pronto empuñaría los aceros, con los que erraría con reiteración. El cuarto de la tarde apretó hacia los adentros en el primer tercio y tras una buena pelea en varas, llegó al capítulo muleteril con cierto recorrido y alegría. Previamente, Padilla se había lucido en un par de banderilla muy ajustado y otro más garboso al violín.Pero la prontitud inicial del astado enseguida se tornaría en embestida más pausada y suave, circunstancia que el diestro aprovechó para elaborar una faena variada, excesiva en martinetes y alardes y carente de acople y profundidad. Mató de estocada algo tendida, que le sirviría de salvoconducto para pasear un trofeo.

Grato sabor dejó Antonio Ferrera en El Puerto, por su actitud mostrada durante toda la tarde, muy atento y activo en la lidia, con sucesivos detalles que rezumaron gracia, pinturería y eficacia. Lanceó, cargada la suerte, ganando terreno en cada pase hasta rematar en los medios y quitó después por chicuelinas y delantales garbosos. Completó un lucido tercio de banderillas con Padilla, en el que destacó el último par prendido por el extremeño por los adentros, de sincera exposición. Fue éste un astado gazapón, de embestida brusca e incierta, al que Ferrera sometió con una tanda de naturales por bajo y al que acabó por ganarle la pelea en series de derechazos en los que arriesgó de verdad y pisó unos terrenos comprometidos. Circulares y circulares invertidos pusieron broche a una labor recia, en la que solventó con pureza y torería la incertidumbre permanente de un toro encastado y complicado. Tras un pinchazo y una estocadacortó la oreja más meritoria de lo que llevamos de abono. Bravo ejemplar el cuarto, que empujó en varas y apretó al peonaje en banderillas, en cuya brega propinó un varetazo junto a tablas a Juan Carlos de Alba en el muslo derecho. En este tercio volvería a destacar el extremeño, solvente y variado, sobre todo en el último par al quiebro por los adentros. Franela en mano, Antonio Ferrera cuajó un faena maciza, excelsa en adornos y rotunda por su dominio, en la dejó confirmada su condición de maestro y en la que aprovechó hasta el extremo la boyante condición de la res. Falló a espadas y todo quedaría en una mercida vuelta al ruedo.

Al igual que su homónimo, El Cid Campeador, forjara su leyenda de guerrero valiente aante huestes belicosas y aguerrids, El Cid de Salteras fraguó la suya frente a enemigos duros, bravos y encastados duurante tantas tardes de pasada gloria. Pero su toreo de poderío y grandeza no encaja con el toro parado y carente de raza. Ésto le ocurrió frente a su primero, animal que, además, se revolvía presto y con la cara arriba y que por el pitón derecho se colaba con perceptible peligro. Intentó el sevillano pasarlo al natural pero pronto desestiría ante las evidentes dificultades. No lo vio claro tampoco con el más boyante sexto, con el que no supo acoplarse.

FICHA:

TOROS: Se lidiaron seis ejemplares de Fuente Ymbro, bien presentados y encastados con juego variado.

Juan José Padilla, de celeste y oro: Silencio tras aviso y oreja.

Antonio Ferrera, de azul noche y oro: Oreja y vuelta tras aviso.

El Cid, de tabaco y oro: Silencio y silencio.

Plaza de toros de El Puerto, un cuarto de entrada en tarde con fuerte viento de levante que dificultó la lidia.