opinión

El cementerio vertical

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Hasta una ciudad que sestea, un día se encuentra con que se han llevado los muertos a otra parte. Y que los nuevos cadáveres se van empadronando en Chiclana, el pueblo donde muchos de los vivos tienen su segunda residencia.

Cádiz es una ciudad cuyo atractivo está ligado a su enorme valor histórico y patrimonial. Ha llegado a ser una ciudad rica en vestigios de sus muertos, a través de los homenajes tributados en sus calles por los centenares de placas y lápidas que recuerdan a quienes protagonizaron hechos históricos como el segundo viaje de Colón, la batalla de Trafalgar, o el fin de la Primera República. Además, no faltan los hitos en los lugares donde nacieron, vivieron, pasaron o murieron Malaspina, Wellington, Argüelles o Frasquita Larrea (casi la única mujer recordada anterior al siglo XX) o Adolfo de Castro. En los últimos años, a las lápidas ya dedicadas por la ciudad a flamencos, como Pericón o Enrique el Mellizo, se ha sumado el recuerdo a decenas de habitantes del Barrio de Santa María, gracias al impulso de su asociación de vecinos de colocar azulejos que permiten seguir la ruta de quién fue quién en el Barrio, y reconstruir la historia de una de las patas que forman el trípode del flamenco.

Cádiz puede ahora cobrar la recompensa de haber sacado los huesos y quedarse con las lápidas, pues éstas permiten seguir las huellas de exploradores, artistas, músicos, escritores, agitadores, reformistas, historiadores, clérigos, alcaldes, políticos, científicos, médicos, profesores, militares, toreros , flamencos y autores de carnaval.

Desde aquí, uno se conformaría con dejar caer estos dos pañuelitos: el primero, para que el Ayuntamiento, autoridad responsable de velar por el patrimonio de la ciudad, mantenga limpias y bien conservadas muchos de los mármoles y bronces que parecen no haber recibido en décadas más atención que el agua de la lluvia. El segundo, para que los ciudadanos que viven y pasan por este cementerio, lean. Que lean los retazos de vidas colgados aquí y allá y así se interesen y confirmen que se encuentran en una ciudad rica en esa abstracción llena de indicios y siempre en construcción llamada Historia.