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Casa Pizarro

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Existe en Cádiz una lugar hermanado con Sicilia, con un pueblo llamado Bisacquimo, donde la belleza agreste y la agresividad natural de la roca contrasta con las fachadas encaladas y las empinadas subidas que otrora se hacían a borricate. Ese pueblo blanco que no llega a los 6.000 habitantes se llama Alcalá de los Gazules y es bellísimo. Dicen allí que hace 25 años que no bajan las procesiones de la parte alta del pueblo. Al parecer, cuando el Cristo pasaba por las cercanías de la calle Alfonso el Onceno muchos de los escoltas que perseguían la imagen hasta su casa, hacían alto en el camino –y no volvían a su penitencia– en una discoteca donde la música sonaba al paso del Señor. El páter había pedido a su dueño, un alcalaíno, que disminuyera el volumen de las canciones de Bob Marley, a lo que aquél accedió, pero la sangría de procesionantes no paraba y el párroco optó, finalmente, porque el paso no bajara al pueblo. Hace 25 años que el Cristo no pasa por delante del Restaurante Casa Pizarro, donde aún puede encontrarse a ese alcalaíno, el tito Paco.

Paco Pizarro es algo así como una figura mítica: el Rolling Stone de los Gazules. Tiene arte y simpatía para empachar aún acabando de remontar una enfermedad que lo ha tenido algo pachucho. El tito Paco debe ser el único habitante del pueblo que tiene club de fans en Facebook y Twitter, ahora que acaba de cumplir los 77 (Me mira y dice, «soy de 1936, como el Papa Francisco»). Hace unos años recibió una llamada de su sobrino Alejandro, que lo quiere como un padre, y el empresario, adivinando la tristeza de aquél, hizo el petate y cogió un avión con dirección a Miami, Florida, EE UU, dejando en tierra a su esposa, sus hijos y el Restaurante que regentaba. Iba para diez días y tardó cuatro años en regresar, coincidiendo casi con la boda de su sobrino, disfrazada del bautizo de su hijo Dylan, en Jaramilla de la Vera (Extremadura). He olvidado decir que ese sobrino del tito Paco era Alejandro Sanz.

Casa Pizarro ofrece tanto como su dueño, lo mejor de los Gazules. Los chicharrones son dados, la berza es de abuela y el corzo está recién cazado. Sus croquetas saben a canela. Y a canela sabrá también el anecdotario que está preparando tito Paco y que, Dios mediante, se presentará en Madrid en mayo (con catering de su amigo el Chef del Mar, Ángel León). Miedo me da lo que este hombre singular que conquistó Miami con su bonhomía puede llegar a contar si le dejan porque tan sólo narrando una décima parte de las historias que le he oído pondrá en jaque a más de una celebridad. Paco Pizarro, el cocinero burlón que conquistó a Paulina Rubio con sus lentejas, que observó el interior del frigorífico del Shakira, que hizo amistad con la madre de su ídolo Bob Marley o que compartió mesa y mantel con David y Victoria Beckham, merece hoy, Miércoles Santo, este cariñoso recuerdo. Nunca antes un hombre oliendo a canela había desviado el paso de un Cristo por entre las calles de su pueblo, tan blanco.