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El emporio

Cádiz Actualizado: Guardar
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Lo de mirarse el ombligo y morir por Cádiz, lo de contemplar con dos lágrimas el puente Carranza como la puerta del más allá, lo de sentir un pellizco en no se sabe muy bien dónde cuando suena un tres por cuatro, y lo de sentir mucho que todo el mundo no pueda decir que ha nacido aquí, va a tener mucha más trascendencia de lo que creíamos. Lo mismo hasta nos sirve de pasaporte al futuro, quien sabe, porque al final va a resultar que esto de creerse el centro del universo tiene una explicación si no lógica, por lo menos antropológica. Ha dicho el Papa –además de lo del desahucio de la mula y el buey, cosa que es de agradecer porque alivia mucho espacio en los belenes caseros– que los Reyes Magos nunca vinieron de Oriente, sino del reino de Tartessos, un lugar indeterminado en el mapa del tiempo que se supone entre Sevilla, Cádiz y Huelva. Así lo afirma en su libro sobre la infancia de Jesús, que va camino de convertirse en un auténtico best-seller para gaditas empedernidos, y no es del Papa la idea, por otra parte. Que a uno de aquí, mire usted por dónde, ya se le ocurrió hace mucho tiempo.

En 1690 –hace trescientos veintidós años, casi tricentenario– publicaba Fray Jerónimo de la Concepción un tratado sobre historia de la ciudad que lo había visto nacer, Emporio del orbe. Cádiz ilustrada, un mamotreto de los de lectura obligada para aquellos que pensamos que la historia no es más que una colección de acontecimientos ocurridos que se repiten en el tiempo sin solución de continuidad, y sobre los que se cierne la única certeza de que volverán a ocurrir tarde o temprano. Una obra de casi setecientas páginas en las que se mezclan la realidad y el deseo como indelebles marcas genéticas del «como en Cádiz, ni hablar». Así, este carmelita con opciones a llevarse el premio de primer gadita de la historia, va indagando los orígenes de nuestra ciudad, aliñando los ingredientes para darle el mejor sabor, y cocina auténticos despropósitos –o tal vez no– como que fuimos los primeros del mundo en elaborar la miel, o los primeros de España en enterrar a los muertos. Los inventores del ariete, los verdaderos descubridores de América, y los primeros cristianos del mundo occidental, algo lógico si tenemos en cuenta que también fue el primero en afirmar que los Reyes Magos pasaron por Cádiz camino de Belén y que Jesucristo descendía de una mujer gaditana, sosteniendo su tesis en un supuesto árbol genealógico de la virgen María, que cualquier día resulta ser hasta cierto. Nada más que nos faltaba eso para regocijo de los capillitas.

Todo está en la historia. De momento, lo de los reyes le va a permitir a más de uno vestir a los de Oriente con la bufanda y la camiseta del Cádiz. Pero no hay que tomárselo a broma, acaban de darnos la excusa perfecta para aliviar nuestras facturas navideñas. Porque viniendo de Cádiz…