hora roja

Margaritas para los cerdos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Yo lo aprendí de pequeña, en los libros. Tal vez como usted, porque como no había mucho más que hacer y el bienestar no era un estado sino una entelequia, nos entreteníamos leyendo. Leyendo cosas que nadie supervisaba, ni venían con una guía interactiva y que, la mayor parte de las veces, ni siquiera estaban recomendadas para niños. Pero así aprendimos, qué le vamos a hacer. Y aprendimos –como el príncipe de Benavente– lo que decía Campoamor, que en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira y que todo es simplemente del color del cristal con que se mira. Por eso los de nuestra generación nos hemos acostumbrado a vivir en permanente cuarentena y solemos ser tan desconfiados con lo que nos rodea. Básicamente porque fuimos los primeros en constatar que el maravilloso mundo de colores que nos vendió la Transición era igual de traidor que el de nuestros padres, y que no iba a dejar de serlo para nuestros hijos.

Por eso, y porque he odiado siempre las estadísticas, nunca me han preocupado los datos de participación en manifestaciones, conciertos, entierros ni nada que se cuantifique en cifras de más de tres ceros. Que haya quien se dedique en cuerpo y alma a contar la arena de la playa me parece una de las actividades más absurdas del género humano, pero como también aprendimos que ‘hay gente pa tó’ no me quita el sueño si son tres mil o trescientas mil personas las que se movilizan para algo. Me basta con saber que se movilizan. Pero el baile de números de las últimas huelgas va mucho más allá de una pura cuestión matemática.

Según la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres, las movilizaciones de la semana que acaba fueron seguidas por un 80%, aunque el Ministerio de Educación insiste en que la huelga solo la secundó un 23%. Algo no cuadra. Porque el descuadre no es de calderilla, sino que es de algo así como de multiplicar por cuatro el número de manifestantes. Igual que tampoco casan bien la suciedad de las calles de Cádiz con los datos aportados por la empresa Sufi-Cointer en cuanto al seguimiento de la huelga de basura y tampoco con el 100% de paro que decían los sindicatos. Será que el cristal con que miran unos y otros a este mundo traidor no tiene la misma graduación

Pero algo está pasando y no nos salen las cuentas. El pasado 12 de octubre en la plaza de Cataluña de Barcelona unos contaron seis mil, otros sesenta y cinco mil y otros cien mil manifestantes. Definitivamente, en este país se nos dan mal las matemáticas. Y al final vamos a tener que darle la razón a Wert que va por ahí diciendo que lo que aumenta la productividad de un país es «mejorar el rendimiento de los alumnos en matemáticas». Mire usted por dónde. En fin, también ha dicho que no considera necesario invertir más en educación porque eso no afecta a la productividad de los alumnos españoles que es, más o menos, como lo de echarle margaritas a los cerdos, una barbaridad, hablando en plata y para entendernos. Porque si no invertimos en educación, si no damos margaritas a estos cerdos de ahora, el mundo de mañana será todavía más traidor que el de hoy. Y eso sí que es peligroso.