«Mantener una familia así es imposible; el futuro me asusta»

Dos trabajadores del transporte relatan sus peripecias para llegar a fin de mes y confiesan su angustia ante un panorama incierto

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Blas Montero es uno de los conductores que a diario se dejan ver por el entorno del Ayuntamiento para mostrar su repulsa y desesperación ante la falta de pago. Su caso es como el de tantos y tantos españoles que tienen que hacerse cargo de una familia numerosa con un único sueldo que, para colmo, tarda en llegar. En estos últimos días, su mujer y él no han parado de sacar la calculadora para hacer frente al abono apresurado de las deudas sobrevenidas después de cuatro meses sin cobrar.

En casa de Blas, además de la pareja, viven dos hijos en paro, un nieto y una nuera que comen de este salario y que las han pasado canutas para llegar a fin de mes. «Mi problema no es la comida –relata el trabajador–, porque un plato te lo pone cualquiera y le hemos estado pidiendo a mis padres. La verdadera angustia surge con el tema de los bancos y con las demoras e intereses, porque ves que no cobras un mes, ni el siguiente ni el otro».

En esta circunstancia asegura que puede aguantar un par de meses pero no más, tras lo que llega el recurrir a los parientes y el encomendarse a Dios para que la cosa no vaya a más. «En este tiempo he visto de todo entre mis compañeros: crisis de ansiedad, expedientes de embargo, venta de bienes para pagar letras... Afortunadamente yo no he tenido que llegar a eso, pero no sé qué pasará en el futuro».

Cobrar para pagar deudas

Y es que el abono de junio, julio y la extra le ha supuesto un alivio a medias, ya que en cuanto su esposa actualizó la cartilla «las hojas comenzaron a llenarse de deudas; era como si el cajero tuviera dos manos que te quitaran todo». Por otro lado, no deja de trasladar la sensación de «humillación» que a estas alturas le provoca el tener que pedir auxilio a sus padres, cuando además cuenta con un puesto de trabajo fijo. «Mantener una familia así es imposible –sentenció–, y la perspectiva de lo que viene me asusta. Me da miedo volver a lo mismo».

Luis Viaña es otro de los empleados de Urbanos Amarillos que sobreviven como pueden a estos tiempos difíciles. Su mujer y su hijo pequeño también dependen enteramente de sus ingresos, algo que pensaba que iba a tener garantizado después de diez años de contratos eventuales hasta que por fin le hicieron fijo. Ahora, cuenta las estrecheces por las que atraviesan y es uno de los trabajadores que de este primer pago han cobrado a medias, puesto que ha percibido la nómina de junio y la extraordinaria, pero no la del mes de julio.

«Los bancos no esperan, y con el dinero que ganamos no se puede aguantar mucho más de un mes. Frente a los que dicen que ganamos 3.000 euros yo les enseño mi nómina de 1.600 cuando quieran. Teniendo en cuenta que pago 600 de hipoteca y que nos hemos llevado cuatro meses sin cobrar, la situación es insostenible. Sin ir más lejos, he tenido que soltar 500 euros de intereses por lo acumulado».

Las irregularidades, como recuerda, se remontan a tres años atrás, lo que ha provocado que en el último verano haya tenido que renunciar a sus vacaciones. «El mes de vacaciones me lo he pasado levantándome a las cinco de la mañana para acudir a protestar a las cocheras. Teníamos reservada una cabaña en un camping seis días y lo tuvimos que anular». Lo que más molesta a Luis es que la empresa no cumpla con la parte que le toca, cuando al trabajador sí se le exigen unas condiciones. «Si yo trabajo se me tiene que pagar a final de mes. Si hay crisis y no hay dinero, que cierren y yo me busco la vida, me pongo a vender calzonas si hace falta. Lo que no me pueden tener es trabajando sin cobrar».