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El escándalo de los pinchazos telefónicos

Las escuchas ilegales a políticos y famosos destapan las turbias relaciones entre los tabloides, la Policía y Downing Street

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Es posible que la Policía alimente a la prensa popular británica? ¿Están dispuestos algunos periodistas a infringir la ley para descubrir secretos de los famosos? ¿Son sus directores cómplices en estas «artes siniestras»? ¿Dirigen los tabloides la estrategia de comunicación del gobierno? ¿El miedo a leer detalles de su vida privada en los rotativos de mayor audiencia paraliza la acción de diputados de todos los partidos?

Un escándalo de intercepciones telefónicas que no da señales de amainar ha puesto en cuestión la relación entre la prensa, la Policía, el gobierno y el parlamento del Reino Unido. Las irregularidades destapadas se limitan al dominical ‘News of The World’ (NoW), aunque cunde la sospecha de que otra cabecera de News International, el diario ‘The Sun’, y el resto de tabloides británicos son igualmente diestros en ‘artes siniestras’ de invasión de privacidad.

El tinglado de las escuchas explotó recientemente en Downing Street. Andy Coulson dimitió como director de comunicación del primer ministro, David Cameron, porque, según explicó el experiodista, las continuas alusiones sobre su implicación en el embrollo le impedían centrarse en el trabajo. Era la segunda renuncia profesional de Coulson provocada por las intercepciones de teléfonos, que la Policía investigó originalmente en 2006. «Le han castigado dos veces por la misma ofensa», lamentó Cameron.

Coulson dirigía NoW cuando empleados de la familia real denunciaron que alguien interceptaba sus comunicaciones telefónicas. Las sospechas apuntaban a este semanario del magnate de origen australiano Rupert Murdoch, el de mayor difusión en Reino Unido. Su corresponsal palaciego, Clive Goodman, había publicado exclusivas sobre intimidades de los príncipes Guillermo y Enrique que, según concluyó Scotland Yard, provenían de los buzones de voz de sus respectivos secretarios.

Goodman fue detenido junto a Glen Mulcaire, un detective privado que tenía un contrato con NoW de 120.000 euros anuales. Ambos fueron condenados a cuatro y seis meses en prisión, respectivamente, por interceptar 600 mensajes telefónicos de la familia real. Coulson negó estar al corriente de los métodos ilegales empleados en su redacción, pero dimitió al confirmarse las sentencias en enero de 2007. Tres meses después, Cameron le reclutó como jefe del equipo de prensa de su ‘gobierno en la sombra’ y, tras ganar las elecciones de 2010, le nombró director de comunicaciones en Downing Street.

En el juicio se desveló que el detective de NoW también había pinchado móviles de personalidades del fútbol, la política y el cine. Pero la policía archivó el caso sin profundizar en sus pesquisas ni interrogar a otros empleados de Murdoch. Scotland Yard pareció aceptar la línea de defensa de News International, que excusó la infracción como el caso aislado de un «periodista deshonesto».

Reabren la investigación

Nuevas evidencias sugieren que el círculo de implicados era más amplio e incluía al director adjunto de Coulson, Ian Edmondson, quien fue despedido del dominical hace unas semanas. Solo entonces la policía accedió a reabrir el caso con otro superior al mando de la investigación. El parlamento y la fiscalía también están revisando distintos aspectos del escándalo.

El desinterés inicial de Scotland Yard es tan polémico como la apatía de los tabloides por destapar la verdad. En pleitos interpuestos por la actriz Sienna Miller y otras presuntas víctimas, se ha conocido que el detective de NoW tenía listas con 4.332 nombres, 2.978 números de teléfono, 91 códigos secretos y unas 30 cintas de audio con mensajes privados. También trascendió que News International había pagado unos dos millones de euros a dos personas cuyos teléfonos fueron pinchados. Pero ningún rotativo tiró del hilo, salvo un par de diarios británicos y el estadounidense ‘The New York Times’.

Hay que enredar poco para descubrir la causa del silencio de la prensa amarilla. Según el prestigioso semanario ‘The Economist’, «el insaciable apetito de los tabloides por publicar primicias empujó a algunos reporteros, ansiosos por lucirse en el competitivo mundo de la prensa británica, a escuchar buzones privados de voz». Jackie Ashley, columnista de ‘The Guardian’, reconoce que «hay tantos periódicos implicados que es de ingenuos confiar en una investigación adecuada del asunto; menos aún demandar un cambio de la ley». Un colega de Coulson y exdirector de ‘The Daily Mirror’, Piers Morgan, sostiene que «Goodman fue el conveniente chivo expiatorio de una práctica de investigación que todos sabemos que se ha aplicado durante años en casi todos los periódicos».

La Policía proporciona datos a la prensa que pueden ayudar a la resolución de un crimen. Pero la relación con News International no siempre se encuadra dentro de la ética profesional. Rebekah Brooks es la consejera ejecutiva de esta división del imperio Murdoch y antes dirigió sus dos tabloides británicos. En 1993, cuando llevaba las riendas de ‘The Sun’, admitió ante un comité parlamentario que había pagado a la Policía por información confidencial.

Visita inoportuna

Las ramificaciones políticas del embrollo conducen directamente hasta el primer ministro. El Gobierno debe anunciar si permite o transfiere a la Comisión de la Competencia una oferta de Murdoch para comprar el 61% de las acciones que su grupo aún no controla en Sky, la muy rentable compañía de televisión por satélite. En medio de las deliberaciones, Cameron acudió a una cena en casa de Brooks a la que asistió el hijo del magnate, James Murdoch, quien dirige los negocios europeos de la familia. Downing Street niega que hubiera un conflicto de intereses y alega que la cena era un asunto privado del primer ministro.

Cameron no es el único jefe de Gobierno que ha confiado la dirección de su gabinete de prensa a un periodista de tabloide. Tampoco es el primer líder político que recaba el apoyo de los rotativos sensacionalistas de News Internacional. Tony Blair también hizo la corte a los mismos periódicos y tuvo como director de comunicación a Alastair Campbell, exreportero de ‘The Daily Mirror’.