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Juntos contra el cáncer

Manolo superó un tumor de colon y a su mujer Mari Ángeles le quitaron los dos pechos. Para ambos cada día es un regalo

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El Profesor Lofrai estuvo diez días muerto. Pero, hoy, se sacude una mota de polvo imaginaria de las brillantes solapas de su frac y sale a escena. Muy serio y convincente, con voz serena y firme, el mago ejecuta sus pases: primero hace aparecer y desaparecer unas monedas y luego, entre la estupefacción de un público entregado, transforma un huevo en pañuelo de colores. Los asistentes (hoy son los integrantes de la Asociación Riojana de Enfermos Psíquicos y sus familiares, otro día son pacientes oncológicos o jubilados) le dedican aplausos sinceros. El Profesor Lofrai se emociona y cede luego el paso a su esposa, Mari Ángeles Fraile, pantalón negro y suéter de pedrería, que se arranca a cantar por Concha Piquer y Luz Casal.

Tras la máscara del mago se asoma Manuel López Delgado, 74 años en agosto y operado de cáncer de colon, un peluquero extremeño de Villanueva del Fresno que pone buena cara al mal tiempo. «Antes sacaba palomas, pero con el Parkinson ya no tengo las manos para eso», confiesa. «Hay que adaptarse a lo que la naturaleza malamente nos va dando», filosofa en su casa de Logroño.

En 2004, al Profesor Lofrai le fue detectado un tumor en la zona colorrectal, la forma de cáncer con mayor incidencia en España, con 38.551 nuevos casos anuales. A Mari Ángeles Fraile, entre enero de 2003 y enero de 2004, le extirparon los dos pechos como consecuencia de sendos cánceres de mama, también el tumor más común entre las mujeres españolas. El pasado año, 22.027 mujeres fueron diagnosticadas en España de esta enfermedad, según datos de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) que, hoy, celebra su Día Mundial bajo el lema ‘Juntos contra el cáncer’.

Manuel López asegura que, tras haber pasado diez días muerto y haber recibido la extremaunción, «la vida tiene ahora otro valor. Todos los días son un regalo». No siempre pensó de esa manera.

Todo empezó, asegura, con una diarrea crónica. «Me dijeron en Badajoz que fuera a un médico del aparato digestivo, pero yo decía que lo mío era de cabeza, no de tripa: molestias después de un año de disgustos y de acompañar a mi mujer a sus tratamientos para el cáncer de mama... Me hicieron una radiografía y, a los cinco días, me ingresaron. Me tocó una médica guapa, una chavalota de 1,70. Me dije ‘vaya suerte, me ha tocado la médico más guapa del hospital’. Pero una mañana, a las once, mandó salir de la habitación a Mari Ángeles. ‘Manuel, tienes un cáncer’, me dijo, solo con la radiografía delante. No sé qué ventajas tiene decir así las cosas, la verdad. La suerte es que no me lo creí. Pero se lo oculté a mi mujer... Me pasé diez días poniéndole buena cara. Y ella haciéndome reír...Y resulta que la médica le había anunciado mi cáncer cinco minutos después que a mí», recuerda con una sonrisa de coraje en los labios.

De títeres y magia

Tras la intervención para extirparle el tumor junto al esfínter y los diez días pasados en el otro barrio, Manuel tuvo que echarle valor para poder mirar cara a cara a la bolsa que, ahora, contiene sus heces. «Al principio la limpiaba mi mujer porque yo no quería ni verla. No me miraba ni la herida. Me daba pánico», confía, sin asomo de vergüenza y con el ánimo puesto en ayudar a quienes pasan por ese mismo trance. «Hasta que, tras hablar con Dina, una psicóloga de la asociación que me dió un buen repaso, me atreví a hacerlo solo. Me crecí. Ahora me he adaptado. Si tengo que salir de viaje, pues como arroz un día antes para que no se me revuelva el estómago. Pesaba 102 kilos para 1,64 de estatura, era un paciente de riesgo, así que he perdido peso. Ahora estoy en 83. Pero como de todo, cereales y ‘habichuelos’ verdes una vez por semana. Eso sí, nada de grasas. Todo a la plancha».

La pareja habla en el salón de su casa, en Logroño, donde se trasladaron desde Badajoz para evitarle a su hija, trabajadora social en La Rioja, el inconveniente de los viajes obligados para atenderles en la enfermedad. Pero a Manuel, peluquero emigrado a Basauri durante un par de años, se le ilumina la cara cuando habla de su verdadera pasión: «el artisteo», como lo llama. Apasionado del ambulante Gorgorito, Manuel montó un teatro de marionetas con el que recorrió Extremadura entera. También sacó a pasear por el mundo a su otro yo, el Profesor Lofrai («de López y Fraile»), con una caja de geometría casera en la que introducía a sus hijos para atravesarlos luego con nueve espadas toledanas... Hasta fundó una troupe de payasos, llamada La Bruja Loca, declarada de interés artístico y cultural por la Junta extremeña, donde lo mismo asomaba Colón, que Cervantes, que los vinos extremeños y la tabla de multiplicar. «Y aún seguimos con esas ganas de provocar ilusión y sonrisas», presume.

A su lado, asiente y apunta detalles Mari Ángeles Fraile, de 70 años. Ella también tiene una historia que contar sobre esa ‘larga y penosa enfermedad’, el maldito eufemismo que, a juicio de la AECC, carga de «negatividad» y «destrucción» una dolencia cada vez más común y a la que la ciencia pone cada vez más barreras. Cada año se diagnostican en el mundo 12 millones de nuevos casos y 7,6 millones de personas mueren al año de cáncer. En España, el incremento en la esperanza de vida hace que, año tras año, se detecten mayor número de nuevos casos. Y también los enfermos viven más.

Calidad de vida

«La calidad de vida de los enfermos es hoy una cuestión dominante en el tratamiento del cáncer. En 2011 ya no vale cualquier cosa. La gente puede elegir», resume el oncólogo médico Javier Cevas, coordinador regional de Oncología y Cuidados Paliativos de La Rioja. Ésa sería la buena noticia. La mala, asegura, «es que vivimos una epidemia de cáncer de colon, recto, vía biliar, páncreas e hígado. Y es significativa la incidencia de cáncer de recto en gente joven, de 40 a 45 años, con tumores muy agresivos. El cáncer de pulmón reduce su incidencia entre la población, pero no su mortalidad», resume el oncólogo.

Mari Ángeles Fraile habla en su hogar del temor que,

aún, invade a algunas personas cuando les habla un enfermo de cáncer, ese gesto instintivo, dice, de cubrirse la boca o de mirar para otro lado. «El cáncer no se pega», protesta esta voluntaria. A ella, enferma de una mastopatía fibroquística que le obligó a ver cómo drenaban sus pechos durante 22 años, el anuncio del carcinoma le supuso la confirmación de una sospecha alimentada en silencio. «Yo era la balanza de la casa. Cuando me lo dijeron le agarré fuerte del brazo a Manolo y me eché a llorar, nos quedaban tantas cosas por hacer...».

«Me rapo yo también»

Lo peor no fueron los viajes diarios en ambulancia hasta Badajoz ni el agravamiento de sus lesiones oculares como consecuencia del tratamiento. «Lo peor fue ir a escoger una peluca y que me pelaran. Yo he sido peluquera en casa ¿sabe? Se me cayó el pelo con la quimioterapia. Cerré los ojos y me eché a llorar, me estaban rapando. Manolo se ofreció a raparse él también. Cuando fui a casa, me senté en la peinadora de mi cuarto, me quité la peluca y me vi pelona. Y no pasó nada. Viví con ello. Fueron nueve meses de taparme la cabeza con un pañuelo para no pasar frío, luego me salió una pelusilla y un pelo rizado y hermoso. ¿Cómo se aguanta que te quiten los dos pechos? Una se agarra a sus hijos, a los nietos, a la fe... Pasas días, cuando te pones malita, sentada en el sofá, sin ganas de vivir. Pero luego resurges y llevas una vida normal cuando estabas para echarte a los perros. También piensa una en quienes están peor... En esa misma época, a tres amigas les dijeron que tenían también cáncer de mama. Fui a darles ánimo... aunque yo estaba peor que ellas».

Ahora, con otros jubilados, esta dinámica pareja forma parte del grupo Escenas Loyola y recorren salones parroquiales y hogares de jubilados. «Están tan solos que verles la ilusión en la cara compensa todo», dice la mujer. Para Manolo, que cambia cigarrillos por chupachups en el Paseo del Espolón haciendo campaña contra el tabaco, «el escenario es una válvula de escape, es otro mundo», suspira. «Allí me olvido de todo».