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Las ratas toman Downing Street

David Cameron se plantea adoptar un gato contra un molesto roedor que se ha convertido en asunto de Estado

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Un invitado indeseable ha acampado en el 10 de Downing Street, la residencia oficial del primer ministro británico. Se pasea entre los raíles de la fachada, mientras David Cameron despacha los asuntos de la jornada, cena en el comedor con su mujer Samantha o entretiene a sus hijos en el ático. El ‘okupa’ vuelve cada día a su centro de operaciones en la calle más famosa de Londres.

La rata de Downing Street apareció en público el pasado 16 de enero. Un periodista de la BBC, Gary O’Donoghue, retransmitía la noticia política de ese anochecer, cuando las cámaras recogieron al intruso roedor cruzando la puerta negra con su distintivo número diez. Días después, la reportera de ITV, Lucy Manning, sufría la misma experiencia: una rata corrió a sus espaldas mientras intervenía en un boletín desde esta acotada calle.

La policía da el alto a todos los que quieren traspasar la verja entre Whitehall y Downing Street. Pero el roedor deambula a sus anchas sin que salten las alarmas electrónicas. Se ha desatado, en cambio, el pánico popular ante la llegada de los contaminantes mamíferos al centro neurálgico de la política británica.

«Ratas fuera de control en Downing Street», alerta el diario ‘The Independent’. Una portavoz del primer ministro prefiere describir la situación de «fenómeno ordinario en un ambiente urbano donde hay restos de comida y basuras». Pero, según advierte la misma funcionaria, «no hay ratas dentro de la casa» del jefe del Gobierno de coalición.

50 millones de ratas

«Londres está infectada de ratas. Corren por todas partes», confirma Ricky Clark, de la empresa Environ Pest Control. Se calcula que viven 50 millones en Reino Unido. ‘The Sun’, el tabloide más leído y abiertamente conservador, parece echar la culpa de la invasión de roedores a los socios menores del Ejecutivo. Ha bautizado a la rata de Downing Street como ‘Liberal-demo rat’, mote que hará poca gracia al vice- primer ministro Nick Clegg.

Los medios coinciden en la solución al problema: un gato. De hecho hay una larga tradición de inquilinos felinos en Downing Street. El más famoso, un callejero blanco y negro, fue adoptado por Margaret Thatcher en 1989. Le apodó Humphrey y dejó en herencia a sus sucesores. Pero Humphrey cayó en desgracia con los laboristas en 2007. Tony y Cherie Blair le echaron de casa y el célebre felino pasó su ‘jubilación’ al cuidado de un funcionario.

Decisivo y veloz en los recortes del gasto público, Cameron duda a la hora de actuar contra los ‘okupas’ roedores. «El primer ministro está al tanto de la situación. Considera sus opciones, pero no ha tomado una decisión», señala su portavoz.

Los medios presionan para que se adopte un gato, pero el líder conservador se mantiene en la cuerda floja, dando muestras de debilidad. En un principio, su gente rechazó la opción del felino con un categórico: «No hay planes para traer un gato». Algunos rotativos sugerían que Cameron se dispone a claudicar y otros, que se ha creado un bando pro felino en Downing Street.

Cameron probablemente sucumbirá a las circunstancias si los medios persisten en el asunto y las cámaras difunden nuevas imágenes de ratas en su residencia. Pero un gato, señala el experto en el control de pestes urbanas, «es una pérdida de tiempo». «Se necesitan venenos y cámaras de circuito cerrado para vigilar las cañerías y los movimientos de los roedores», explica Clark. Cámaras sobran en Downing Street, pero otra observación del técnico alarmará al primer ministro: «Es muy posible», dice, «que las ratas hayan entrado en la vivienda».