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El poder a distancia

Berlusconi llama enfurecido a un programa de TV que le criticaba.

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En Italia siempre hay que andar haciendo comparaciones con otro país para no perder de vista lo que es normal. ¿Obama, Merkel, Sarkozy o Zapatero llamarían a un debate televisivo para despotricar y poner a parir al presentador porque no le gusta lo que se está diciendo? ¿Sería insólito? ¿Debería dimitir luego? Pues Silvio Berlusconi ha vuelto a hacerlo, y no es raro, es una de sus costumbres. Está viendo la tele, se enfada, coge el teléfono y llama al programa. Es uno de los rasgos que más denotan su intolerancia a la crítica, su nulo sentido institucional y su modo de pensar sobre el poder; a saber, que el país se gestiona como una de sus empresas. Las suyas son como las llamadas de un jefe. El lunes por la noche lo hizo con el programa ‘L’infedele’, de Gad Lerner, en La 7, la única de las cuatro televisiones privadas en abierto que no controla, y su intervención fue incendiaria.

Concluyó invitando a irse a su diputada Iva Zanicchi, la famosa cantante, que estaba en el estudio. No lo hizo, pero no hubiera sido nuevo. Una de las mujeres de asalto de Berlusconi, Daniela Santanchè, ya ha abandonado indignada dos programas en pocos días. La consigna es la ofensiva histérica y la denuncia de conspiración. Es curioso, porque hace dos años esta política de extrema derecha le atacaba duramente: «Está obsesionado conmigo. Pero es inútil, no voy a acostarme con él» o «Solo ve las mujeres en posición horizontal». Hasta que por fin el mandatario le dio un cargo. Ahora es subsecretaria de Actuación del Programa, la clásica poltrona inútil, y es su guardiana más feroz.

«No soy su dependiente»

Pero la llamada de Berlusconi tampoco es nueva, aunque indica su creciente nerviosismo. Son rutinarias, habla solo y no admite réplicas. Las hace a los pocos espacios críticos que quedan en la tele italiana y que tampoco dicen nada del otro mundo, salvo dar espacio a otras opiniones o periodistas duros con el magnate. A Giovanni Floris, del programa ‘Ballaro’, le gritó hace unos meses: «¡Usted cree que la RAI es suya, pero se paga con el dinero de todos los italianos!». Y zanjó: «¡No respondo a sus preguntas, sois unos embaucadores!». Y colgó. Llamó otra vez la semana pasada, pero Floris no le dio paso y le invitó al estudio para el siguiente programa, lo que fue igual de polémico.

Con Michele Santoro ha tenido varias broncas. En 2006 telefoneó a ‘El rayo verde’ para acusarle de hacer un «proceso en directo»: «¡Usted es un dependiente del servicio público! Se contenga!». Y Santoro respondió: «Sí, pero no soy su dependiente!».

La llamada de ayer se enmarca en el grave momento que vive Berlusconi, sumido en el escándalo ‘Ruby’. Está acusado de prostitución de menores y concusión, abuso de autoridad, por sus relaciones con la joven marroquí, entonces menor, Karima el Mahrough, ‘Ruby Robacorazones’. Dejando al margen que Obama, Merkel, etcétera, habrían dimitido ya, la reacción del ‘Cavaliere’ ha sido la de siempre: defenderse del proceso, no en el proceso, y defenderse atacando a través de los medios. Desde hace años usa el poder para inventar leyes que paralicen sus juicios, o le permitan burlarlos, y de forma simultánea ataca con su maquinaria mediática. Generalmente asume el papel de víctima. Uno de los errores más comunes, fuera de Italia, es tomar a Berlusconi por un tipo gracioso. Los medios, cada vez más superficiales, tienen parte de culpa. En España se oye decir mucho que es un ‘crack’. Pero no tiene ninguna gracia, es algo serio.

Su colosal conflicto de intereses emponzoña la democracia italiana desde hace 17 años, así como la mezcla que hace de lo público y lo privado. Posee tres de las cuatro cadenas en abierto –Canale 5, Rete 4 e Italia 1– y cuando está en el poder controla las tres públicas de la RAI, aunque hay programas que se le escapan, sobre todo en RAI 3, histórico feudo comunista. Son a los que llama. Su hermano es dueño del principal diario de la derecha, ‘Il Giornale’, de 200.000 ejemplares, y en su imperio está la editorial Mondadori, varias revistas o la productora de películas Medusa. Pero no hay que ir tan lejos: él, un primer ministro extranjero, ya es el primer operador de televisión privada en España, una extraña anomalía de la que nadie habla: Berlusconi es el primer accionista de Cuatro y Tele 5 y socio de PRISA, editora de ‘El País’.

En este momento la ofensiva mediática de Berlusconi en Italia tiene varios frentes. Uno es él mismo. Ha divulgado ya dos vídeos de corte institucional –él sentado en un despacho– pero transmitidos de forma privada, a través de la web de los círculos de su partido, los llamados Promotores de la Libertad. Es inquietante ver a un primer ministro, acusado de delitos graves, eludir los tribunales, deslegitimar a los jueces y dirigirse solo a sus correligionarios para clamar poco menos que se está gestando un intento de golpe de estado. La idea clave de Berlusconi es que los jueces «intentan subvertir la voluntad popular». Su diario, ‘Il Giornale’, le sigue luego: «Es un golpe. Parémosles», titulaba en primera página el pasado jueves, señalando un hipotético «eje» malvado formado por los fiscales, la izquierda y ya hasta el partido democristiano y su exaliado Gianfranco Fini.

En la prensa del corazón

‘Il Giornale’ ha sido un eficaz ventilador de porquería en momentos difíciles, sobre todo desde que empezaron los escándalos sexuales en abril de 2009 con la menor Noemi Letizia. A través de sus páginas Berlusconi atacó a la Iglesia, a Fini cuando empezaba a alejarse de él y hasta a su propia esposa al consumarse la ruptura del matrimonio. Pero hay otro frente curioso, el rosa. ‘Chi’, la primera revista del corazón italiana, con medio millón de copias, también pertenece a Berlusconi. Es un arma nada despreciable. Para un sector de la población es una fuente de información básica y cada vez que el ‘Cavaliere’ tiene un escándalo de chicas aparece un reportaje hogareño donde juega con los nietos.

El director de ‘Chi’, Alfonso Signorini, gana cada vez más peso en las maniobras mediáticas del magnate. Su estreno como apagafuegos fue en el escándalo de Noemi Letizia en 2009. Sacó las supuestas fotos de la fiesta de los 18 años de la joven, a la que acudió Berlusconi, para mostrar que estaban sus padres y no había nada indecente... aunque se sospecha que estaban trucadas. Luego le buscó un presunto novio a la chica. Después se unió al ataque contra Fini. Esta vez le ha buscado una novia al propio primer ministro, pues Berlusconi, dentro de la estrategia defensiva del ‘caso Ruby’, esgrimió como argumento decisivo en uno de sus vídeos que tiene novia formal, de la que no se tenía noticia.

Tras ser el ácido príncipe comentarista de ‘Gran Hermano’, Signorini ya tiene su propio programa en Canale 5. En él apareció ‘Ruby’ la semana pasada para desmentir todo. Hace quince días Berlusconi llamó allí por teléfono. En ese caso no fue un problema. Al contrario, culminó un plan coordinado. ‘Chi’ publicó como gran exclusiva unas fotos de un líder de la izquierda, Massimo D’Alema, en la estación de esquí de Saint Moritz. Las sacó ‘Il Giornale’ en portada. Luego Signorini las mostró en su programa. Después intervino su jefe y primer ministro para atacar a «los comunistas que se visten de ‘cachemire’» y lanzar un mitin-barra libre contra la magistratura. En una atmósfera de adulación de vergüenza ajena, también juró que en su larga trayectoria de latin-lover nunca había ligado con una mujer de izquierdas. Signorini lo presentó como «el número uno, el primer ministro». Berlusconi se sintió como en casa. Al colgar quizás se preguntaría por qué todos los programas no son como ese.