Los marineros se funden en abrazos y saludan a las personas que les esperaban en el muelle./ EFE / REUTERS
ESPAÑA

Un mar de abrazos

La llegada del atunero a Puerto Victoria estuvo marcada por la emotividad de los marineros, a los que trataron «peor imposible»

VICTORIA Actualizado: Guardar
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«¡Ése es Pablo, estoy segura, lo sé por la forma de andar, me apuesto lo que quieras, es él, es él!», repetía Silvia Albés, la mujer de Pablo Costas, llevándose las manos a la cara de la alegría mientras miraba a la lejanía. El Alakrana estaba entrando en el puerto de Victoria, la capital de Seychelles. Las mujeres y parientes de los ocho tripulantes gallegos del barco se movían inquietas en el muelle. Llevaban encima trece horas de vuelo y habían llegado a Seychelles a las siete de la mañana.

El patrón, Ricardo Blach, que estaba asomado a la ventana del puente, con gafas de sol, dirigió la maniobra con el deber cumplido: se jubila. El armador del buque, Kepa Etxebarria subió a bordo con una lancha. Le acompañaba un médico que examinó los casos más preocupantes. Uno, el jefe de máquinas, Víctor Bilbao, con una posible angina de pecho. El otro, Gaizka Iturbe, engrasador, con un cólico nefrítico. Y había un tercer caso, pero todos estaban bien.

Una vez en el muelle, subió primero a bordo la tripulación de relevo. Por fin, un hombre de camiseta naranja bajó con paso decidido la escalera, atravesó la multitud y se lanzó a abrazar a su hijo. Fue el que rompió el hielo. Seguidos, caminando a grandes zancadas, bajaron los demás. El muelle se convirtió en un lugar desordenado de abrazos interminables, entre maridos y esposas, padres e hijos y amigos con otros amigos. Los marineros cuyas familias no habían venido se agarraban enérgicamente a otros compañeros. Fueron unos abrazos eternos, soñados durante mes y medio en noches en vela, a bordo y en muchos hogares en España, separados por miles de kilómetros.

«Un sueño»

Blach, abrazado a su hija, dio las gracias «al Gobierno y a todo el mundo que nos ha sacado del infierno». Estar en tierra era «un sueño», dijo, tras lo que definió como «la peor experiencia de mi vida». Luego explicó que «nos han maltratado, nos han tratado muy mal, peor imposible», confirmó, y a él más que a nadie. «Era el que más entero estaba y había que tratar de hundirme, me pegaban, me amarraron y mil cosas más».

La gente de la flota y de la colonia española en Seychelles que subió al barco y estuvo con la tripulación les vio bastante bien. «Es curioso, estaban peor los del Playa de Bakio, les he visto muy enteros, aunque la procesión irá por dentro», comentaba el responsable de una de las compañías. Todos parecían más delgados.

Al cabo de un rato la tripulación estaba otra vez a bordo y enseguida se decidió que comerían allí, sin hacer uso de las habitaciones de hotel que se habían reservado para descansar unas horas. Así pasaron la mañana y parte de la tarde. «Para ellos es como su casa, y lo sienten muy suyo», explica un responsable de la flota.

Por la tarde, algunos salieron a dar un paseo. Partieron a última hora de la noche y la llegada a la Base de Torrejón de Ardoz estaba prevista para las nueve de la mañana de hoy.