ANÁLISIS

Dependencia mutua

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L a extensa visita a Asia del presidente Obama confirma el interés de Estados Unidos en una región cada vez más importante para Washington. Con comparecencias en foros multilaterales y encuentros con mandatarios en reuniones bilaterales, la gira constituye un elocuente ensayo sobre las prioridades cambiantes en la estrategia geopolítica de EE UU. No en vano, la parte de la agenda más llamativa es la estancia de tres días en China, donde hay mucho por hablar sobre economía y política. A pesar de la crisis y la contracción en el comercio global, el vínculo mercantil entre China y EE UU resulta esencial para ambos países. Un 20% de las exportaciones de China van dirigidas a los norteamericanos; en su mayoría, bienes fabricados (y baratos) que tanto gustan al consumidor estadounidense. Como consecuencia del superávit que genera, China puede seguir comprando la deuda de EE UU. Ya no lo hace tanto en el sector privado, pero todavía tiene un apetito imparable hacia los bonos del Tesoro norteamericano.

Las reservas de dólares en Pekín -unos 2 trillones- no dejan de crecer. Según Washington, este desequilibrio en los balances globales fue una de las causas principales de la crisis. De ahí que pretenda que la divisa china se fortalezca, reduciendo sus exportaciones e incrementando las importaciones. Pero el modelo de crecimiento chino (con el empleo, gasto público, etc.) depende en gran medida del comercio exterior. Y, por su parte, EE UU necesita compradores de su deuda pública. Mutuamente dependientes, pero ninguno contento, ambos países saben que la situación actual no puede prolongarse para siempre. La tarea de Obama y sus anfitriones en Pekín consistirá en planificar una salida pactada con el menor perjuicio posible.

El otro problema que tienen en común es Corea del Norte. El régimen de Kim Jong-Il desafía abiertamente a la comunidad internacional con el desarrollo de su programa nuclear. Y como ocurre con Irán, la comunidad internacional se muestra igual de impotente. Un cambio de régimen, por muy deseable que sea, no es factible porque toda la oposición ha sido liquidada. Físicamente. Lo que teme Obama es una Corea nuclear y, lógicamente, China también. Pero casi lo que más le asusta al Gobierno de Pekín a corto plazo es un Estado colapsado con millones de ciudadanos desesperados junto a su frontera. De nuevo, EE UU y China habrán de buscar una solución sin ruptura.