Pierluigi Bersani saluda a sus seguidores tras ser elegido nuevo líder del Partido Demócrata italiano. / EFE
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Bersani liderará el frente anti-Berlusconi

El político ex comunista se impone en las primarias del Partido Demócrata y abre una nueva etapa para la izquierda italiana

CORRESPONSAL. ROMA Actualizado: Guardar
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Los tres millones de votantes que participaron el domingo en las primarias para elegir el nuevo líder del Partido Demócrata (PD), principal formación de la oposición italiana, fueron para la izquierda la mejor noticia de la jornada. Un síntoma de vitalidad en el largo invierno berlusconiano. Pero empiezan los problemas. Ha sido un primer paso en el jaleo que supone intentar ganarle unas elecciones a Berlusconi, aunque queden tres años y medio. En Italia, el juego político es a largo plazo: de la derrota de Walter Veltroni en las generales a las primarias ha pasado año y medio. Pero el PD ya tiene sustituto: Pierluigi Bersani, de pedigrí comunista, un rostro difícil de recordar incluso para muchos compatriotas.

Su triunfo sobre los otros dos candidatos -Dario Franceschini, ex democristiano, e Ignazio Marino, outsider de corte laico- abre una nueva fase, de cierto retorno al pasado, con consecuencias en todo el cuadro político. Para empezar, se va Francesco Rutelli, líder de una de sus dos mitades originales, la democristiana liberal. Habrá que comprobar con cuántos seguidores. Pero basta ver las formas: lo dice en un libro anticipado ayer, Mujeres de corazones. Dos mil años de amor y poder de Cleopatra a Carla Bruni, de Julio César a Berlusconi, el nuevo previsible tostón de Bruno Vespa, presentador de confianza de Il Cavaliere.

Es engorroso de explicar, como todos los entresijos italianos. Tras la caída del Muro de Berlín, el PCI, la izquierda italiana y sus sucesivas encarnaciones (PDS y DS) llevan 20 años dándole vueltas a su identidad. Barajan y barajan, pero siempre sale lo mismo: el único modo de ganar es alargar los pactos de centristas democristianos a comunistas. El problema es que salen alianzas imposibles. Los dos inanes gobiernos de Romano Prodi (1996-2001 y 2006-2008) son la prueba. En 2007, Veltroni, iluminado, lanzó el Partido Demócrata (PD), fusión de DS (ex comunistas) y Margherita (centristas), con la aspiración de unir el voto en un solo partido, atraer nuevos electores y gobernar sin ataduras. Fracasó.

El triunfo de Bersani supone dejarse de experimentos y volver a la idea previa, un partido abierto a una gran alianza con toda la oposición, lo que fue El Olivo aunque con una corrección de rumbo hacia la izquierda. Porque Bersani representaba el alma ex comunista y Franceschini, la ex democristiana, que ahí siguen sin mezclarse. Resultado: según se confirmó la victoria hacía las maletas parte de la tropa de católicos y centristas. Rutelli, ex líder de La Margherita, no quiere un partido «socialdemócrata».

Apoyado por Prodi

Bersani, de 58 años, no es un líder lo suficientemente abstracto para contentar a toda la parroquia. Con su aire tranquilo y su retranca es, inequívocamente, un clásico comunista de Emilia Romagna, feudo histórico del PCI y, al contrario que Veltroni, no ha hecho ningún esfuerzo de acercamiento al centro. En ese sentido aporta al liderazgo el ADN de la tradición del DS. Por eso tiene el apoyo de Massimo D'Alema, su jefe histórico. Pero al mismo tiempo goza de la simpatía de Prodi, pues cree en resucitar su criatura, El Olivo. Es más, Bersani aclaró ayer que él no tiene por qué ser el candidato a primer ministro, sino que saldrá de la futura coalición. Verdes y comunistas, barridos del mapa en las generales, dan saltos de alegría.

Bersani fue presidente de Emilia Romagna y, en los dos gobiernos de Prodi, ministro de Industria y luego de Desarrollo Económico. Su fuerte es la economía y el mundo de la empresa, una virtud siendo la principal emergencia de Italia. Su pega, que no tiene la más mínima gracia. Pero explota este perfil serio como contraste con Berlusconi, el hombre más gracioso del mundo.

No obstante, la movida que se avecina es normal. El centroizquierda e Italia son así: uno manda y el resto cabecea entre bufidos y conspira. El primer Gobierno de Prodi cayó por su socio D'Alema. El segundo aún estaba arrancando y Veltroni ya era el gran candidato del PD, esperando que cayera Prodi. Pero luego perdió y Bersani empezó a refunfuñar, hasta que Veltroni lo dejó. Rutelli, desde que veía que ganaba Bersani, avisaba de que se iba. A Rutelli le espera Pierferdinando Casini y el gaseoso proyecto del Gran Centro, un clásico italiano. Permite fluctuar en tierra de nadie con un partido de dimensiones modestas y aliarse con quien gane. En cualquier caso, se encontrará con el PD cuando empiecen a tejerse las alianzas. El baile sólo acaba de comenzar.