MUNDO

Moscú, Pekín ¿y Teherán?

La revolución iraní de 1979 fue, entre otras cosas, un buen ejemplo de la ley de consecuencias no intencionadas. Después del golpe de estado en 1953, la CIA hizo posible que el sha se sentara de nuevo en el trono. Con el declive del imperio británico, Estados Unidos necesitaba un aliado firme en Oriente Medio para proteger el suministro de petróleo y actuar como baluarte contra la URSS. El sha fue su hombre. El presidente Nixon le festejaba en la Casa Blanca y Jimmy Carter le describía como un 'amigo íntimo'. Pero el shah acabaría convirtiéndose en un líder corrupto y autoritario. El sha ignoró la creciente oposición al régimen y EE UU no la entendió: pocos meses antes de la caída de Mohammad Reza Pahlevi, la CIA aseguraba que Irán no se encontraba «en una situación revolucionaria ni prerrevolucionaria».

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Entretanto, en Francia, un estado laico fundado en libertad e igualdad, vivía tranquilamente un clérigo musulmán que pasaba los días grabando cintas y enviándolas a sus seguidores en Teherán. En esta época, fuera de Irán, el nombre del ayatolá Jomeini no le resultaba familiar a casi nadie y pocos entendían los mensajes en farsi. Así que cuando el shah huyó de Irán y Jomeini regresó a su país, el shock en Washington fue palpable. Y en breve terminó teñido de humillación. Los guardias revolucionarios atacaron la embajada de Estados Unidos y tomaron rehenes. El fin del sha fue el fin de la Administración Carter y de la política de EE UU en Irán, con el que rompió relaciones diplomáticas.

Sin embargo, puede que veamos cambios importantes. El presidente Obama ha hablado de mejorar relaciones y ha venido a prometer grandes zanahorias si Teherán frena su programa nuclear. Aunque el régimen teocrático es despreciable y un factor desestabilizador en Oriente Medio, sí existen elementos pragmáticos dentro del Gobierno y fuera de él en una sociedad altamente compleja, joven y con corrientes muy prooccidentales.

Quizá sea el momento para pensar en lo impensable. Si Richard Nixon llegó a visitar China y Ronald Reagan Rusia cuando no se habían apagado los ecos de la Guerra Fría, es posible ahora que Obama sea capaz a abrir una nueva etapa con los mandatarios de Teherán.