INGRÁVIDA. La mujer es la protagonista casi exclusiva de la muestra de la Kursala. / L. V.
Cultura

Mujeres que esperan

Isabel Tallos se confiesa en la presentación del catálogo de Inhabitados, la muestra que puede visitarse desde ya en la Sala Kursala de la UCA: «Voy a mostrar una mujer sentada, una ventana abierta, un viaje en galera a lo largo de mi habitación. Voy a descorrer las cortinas, voy a encender todas las luces, voy a dejar que me observéis mientras yo miro hacia otro lado. No voy a permitir que tus ojos se despisten ni un instante con ningún detalle ajeno a mi universo». Las fotografías que componen la exposición insisten una y otra vez en el mismo principio filosófico y estético: la espera, como sinónimo de abandono y quietud, se puede capturar, siempre y cuando se haga situando la imagen en el marco adecuado.

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Lo que Tallos hace, en definitiva, es cuestionar el sentido supuestamente negativo de la idea de soledad. Las instantáneas que presenta en la Kursala destilan sosiego. Ni una sóla de sus imágenes encierra algo parecido a la amargura o a la desesperanza. Como mucho, es posible distinguir algún matiz de resignación.

Como recursos expresivos, Miguel Espada destaca «sus espacios despojados, fruto de una perfecta simbiosis entre celdas, lugares de clausura y recogimiento, con extrañas urnas donde se preservan cuerpos incorruptos».

Prima el blanco, las líneas estilizadas y puras, como si la policromía fuera una apuesta accesoria y definitivamente innecesaria. Así, además de unos juegos geométricos plagados de significación, consigue una sensación de limpieza onírica, casi fantasmal.

En el fondo, aunque a veces utilice a otras mujeres anónimas, la fotógrafa siempre se retrata a si misma, en un ejemplo de identificación y también de disección interior, extrapolable a otros espectadores. Su defensa de lo calmo, de lo equilibrado, como sinónimos de mística personal, invitan a la reflexión, pero sobre todo al disfrute de la relación sublime que una persona sólo puede establecer consigo misma.

Mención aparte merece otro de los formatos que Tallos practica: encierra los cuerpos enclaustrados de varias mujeres en compartimentos estancos, pero deja una ventana abierta a nuestra mirada. El resultado es una especie de casillero frontal, como el que utilizan los científicos para estudiar a los insectos, pero en el que aparecen seres humanos azotados por sus propias limitaciones.

La Kursala ofrece una ocasión excepcional para disfrutar del singular universo de una de las jóvenes creadoras más originales del panorma nacional.

dperez@lavozdigital.es