EXPERTO. José Luis Salido defiende que «en cada época de nuestra vida, servimos para algo». / V. L.
JOSÉ LUIS SALIDO PRESIDENTE DE LAS FUNDACIONES FRAGELA Y ALVERNIA

«O los jubilados se sitúan en su nuevo contexto o están perdidos»

El especialista que dirige dos residencias advierte de lo difícil que resulta para algunos dejar de sentirse útiles cuando termina su vida laboral

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José Luis Salido va a cumplir los 66 y asegura con alegría que ya está entrando en la «edad del júbilo». Él no se jubila. Es padre franciscano y presidente de los patronatos de la residencias Fragela y Alvernia, dos de los centros geriátricos de Cádiz. Desde hace años se ocupa de gestionar la tercera edad de las personas.

-¿Qué nos queda después de dejar de trabajar?

-En general, algo bueno, porque cada día llegan en mejores condiciones. Muchos de los jubilados más antiguos son ya grandes dependientes. En su vida diaria se encuentran cada vez más solos, sobre todo si falla un cónyuge y los hijos son matrimonios que trabajan y no pueden atenderles. Incluso ayudan económicamente a los hijos en detrimento de su propia economía. La única solución para cada vez más personas es la residencia, aunque tienen que entrar antes, cuando están bien y no a última hora, cuando ya es un hospital geriátrico.

-¿Por qué existe esa obsesión por volver al trabajo?

-Mientras dura nuestra vida labora nos sentimos útiles, aunque no seamos conscientes de ellos. Muchas personas, cuando se jubilan, no saben asimilarlo. Tienen muchos momentos en que se plantean ¿qué hago yo aquí? y muchos se amargan. Es un trámite más, pero hay que hacerlo bien. Mi padre se jubiló y a los dos años se fue. Como no sepan situarse en su nuevo contexto están perdidos.

-¿Cuál es la solución?

-La sociedad debería buscar ocupaciones para que ellos puedan llenar ese tiempo de ocio. Pueden hacer hobbies, servicios a la comunidad, ayuda a los demás, etc. Hay muchísima gente en buen estado físico sin nada que hacer.

-¿Por ejemplo?

-Hay muchos tipos de voluntariado. En la residencia hay algunos que vienen en su tiempo libre a hacer cosas. Hablan con los mayores, les llevan de excursión. Ven cómo gozan y eso les gratifica. Leen el periódico o escuchan a un abuelo contar catorce veces la misma historia. Éso es hacer bien por los demás.

-En países como Estados Unidos la vida activa de las personas cambia, pero dura más. ¿Se podría aplicar en España?

-No hace falta ir tan lejos. Hay un pueblo en Zamora que ofrece servicios de voluntariado para jubilados. Allí cuidan los jardines del pueblo y a los niños en los parques.

-¿Cuántos años de vida en buenas condiciones le quedan de media a una persona de 65 años?

-Unos 15 años. Y es importante darse cuenta de que en cada época de su vida son útiles para algo. Un abuelo postrado en un sillón lo es y mucho. Yo soy franciscano y hace poco tiempo que ha muerto el padre Nicolás con 94 años. Le echamos muchísimo en falta, porque pese a sus condiciones unía mucho a la comunidad que tenía que cuidarlo.

-¿Es recomendable pensar en que se hará todo lo que desea uno cuando se jubile?

-Es bueno tener esperanza, pero el problema llega cuando uno se jubila y ya no está en condiciones para hacer las cosas que se propuso. Ojalá se pudiera hacer todo lo que la persona quiere en la vida ¿no? Realmente hay que vivir sin contar mucho con eso.

-¿Qué recomienda?

-Desde luego hay que hacer ejercicio para mantenerse físicamente o al menos retrasar el deterioro del cuerpo. Darse una caminata es algo muy fácil que puede hacer todo el mundo. Y luego hacer cosas muy simples. Un abuelo que recoge al nieto, que lo cuida o que lo lleva a pasear... Es bueno para los dos y unifica a la familia. Incluso pueden plantearse metas culturales. Muchos de los jubilados acuden a la universidad para mayores y están encantados de adquirir los conocimientos que no pudieron tener en su tiempo.