Obama y McCain se saludan antes de comenzar el debate. /AFP
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Obama y McCain se calzan los guantes en su segundo debate de campaña

Ninguno ha conseguido noquear al contrario, aunque el candidato demócrata ha vuelto a consolidar su ventaja

NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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En el primer debate estuvieron tensos, cautos y acompasados, pero en el segundo los candidatos se calzaron los guantes y aprovecharon la menor oportunidad para atacar al otro. A 27 días para las elecciones del 4 de noviembre, había que buscar la oportunidad para desmarcarse.

Ninguno consiguió noquear al contrario, aunque Barack Obama volvió a consolidar su ventaja. Habrá que esperar al tercer y último debate del próximo miércoles en la localidad de Hempstread (Long Island) para llegar a una conclusión, pero de anoche en Nashville se puede decir con certeza que hubo mucha más acción de la esperada.

Obama, de 47 años, habitualmente calmado y casi tímido, salió al ataque con una agresividad recién estrenada en su campaña. John McCain, por su parte, no supo ocultar el desprecio que siente hacia un rival que no considera a su altura por inexperto y al que llegó a referirse como “ése”.

Esta vez era el público el que hacía las preguntas, bajo la batuta del veterano periodista de NBC Tom Brokaw, que también incorporó al debate una selección de las decenas de miles de preguntas que se recibieron por email. Como era de esperar, la preocupación por la economía monopolizó la primera hora del debate, y no fue hasta que apareció una joven de color llamada Ingrid Jackson que la nota cambió al medio ambiente.

Ésa fue también la primera gran oportunidad de John McCain para desmarcarse de George W. Bush, el presidente más impopular de los últimos tiempos, con el que su rival le asoció continuamente durante la discusión económica. “En ese tema he discrepado profundamente con la administración de Bush”, aclaró rápidamente el republicano. Y al parecer, con su propia compañera electoral, Sarah Palin, que en su único debate la semana pasada dudó que el cambio climático sea producto de la mano del hombre.

La siguiente oportunidad de romper lazos con el pasado le llegaría con la ley energética que patrocinasen Bush y Cheney “llena de beneficios para las petroleras”, remarcó con los dientes apretados. “¿Y sabéis quién votó por ella? Nunca lo adivinaríais: Ése. ¿Y sabéis quién votó en contra? Yo”. Un estilo nada presidenciable que contradecía el formalismo de los debates y revelaba un desdén reprobable que pagó en las encuestas.

McCain, malhumorado por las encuestas

Obama interrumpió el formato del debate varias veces para defenderse de los ataques, ignoró al exasperado moderador cuando no le interesaba responder rotundamente a las preguntas, pero la audiencia agradeció verle un poco de colmillo ahora que apuesta por el él para que salve al país de la crisis, mientras que condenó el hiriente sarcasmo del septuagenario senador que, a la baja en las encuestas, pareció malhumorado.

Según el 54% de la audiencia televisiva encuestada por CNN, Obama fue el ganador del debate, muy por delante del 30% que se inclinaba por McCain. El demócrata ganó en casi todas las preguntas. Fue el más agradable (65-28), el líder más fuerte, (54-43) y el menos agresivo (63-17). Prevaleció en el tema más importante, la economía (59-37), en quién manejará mejor la crisis (57-36), en Irak (51-47) y sólo perdió en terrorismo (51-46). “Si estos números aguantan hasta las elecciones, el juego se ha acabado”, sentenció el veterano experto en política de la CNN John King.

Pero en la política estadounidense, 27 días es toda una vida. McCain abandonó el escenario pronto, no estrechó la mano de su rival al terminar ni saludó a su esposa. La lección del debate es que no bastará con atacar a Obama para cambiar el curso de las elecciones, sino que tendrá que buscar una estrategia con la que renacer con fuerza, como hiciera durante las primarias de New Hampshire, cuando todo el mundo le daba por acabado.