AVANCE IMPLACABLE. La línea de fuego de uno de los incendios que asuelan California desde hace cuatro días calcina los montes cercanos a la reserva india de La Jolla. / EFE
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Bush se redime en California

Los incendios provocan al menos tres muertos, un millón de desalojados y 1.300 casas calcinadas El presidente reacciona para evitar una catástrofe como la del 'Katrina'

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A veces la vida da una segunda oportunidad, y eso es lo que se ha encontrado George W. Bush esta semana con la tragedia californiana. Aterrizar en la oscuridad de la noche en San Diego era ayer como descender al averno. Los incendios que consumen el sur de California desde el domingo parecían volcanes en erupción. El olor a quemado no tardó en colarse en el avión, donde los pasajeros se agolpaban en las ventanillas ignorando las medidas de seguridad propias de los aterrizajes. Pero esta vez las azafatas no estaban en condiciones de mantener el orden. Ellas mismas eran parte del horrorizado «¿Oh, Dios mío!» que coreaban los pasajeros cada vez que un giro del aparato dejaba otro foco al descubierto.

Entre ellos se encontraban Red y Dana Torson, que no escrutaban el horizonte por simple morbo, sino con la preocupación de dilucidar cuán cerca del fin del mundo se encontraba su casa. Al despegar de Nueva York, seis horas antes, estaba a un kilómetro y medio de las llamas. Dentro, su hijo de 21 años, al que habían dado por teléfono una lista detallada de lo que tenía que sacar de la casa. «Lo más importante, los pasaportes y las fotos», recordaba Dana.

Otro pasajero que durante el vuelo había quitado hierro al asunto, acusando a los medios de comunicación de exagerar, rectificaba. «Es peor de lo que pensaba», murmuró arrepentido. Y entonces cayó en silencio, como buena parte del avión, en el que muchos se preguntaban si al amanecer seguirían teniendo casa.

De golpe se enfrentaban con la peor tragedia que haya vivido Estados Unidos desde los endemoniados huracanes de 2005, cuando el 'Katrina' y el 'Rita' pasaron factura al país más poderoso del mundo y dejaron al descubierto sus pies de barro. Los fantasmas de Nueva Orleans flotaban ayer entre la capa de humo que envuelve San Diego, donde medio millón de personas se ha convertido de la noche a la mañana en refugiados. Pero esta vez los californianos no están dispuestos a que esas escenas se repitan en su casa. Ellos, junto a la impecable coordinación del Gobierno de Arnold Schwarzenegger, a quien las masas de desplazados pedían el martes que se presente a presidente, arropan a Bush en su oportunidad para redimir los pecados del 'Katrina'.

Llamada inmediata

Al culturista reconvertido a actor y después a político, la madre naturaleza le había puesto en bandeja la posibilidad de lavar la imagen de su partido. Aún así, él mismo no salía de su asombro ante la rápida reacción de Bush. Tanto que, el lunes, cuando le interrumpieron durante una reunión con los servicios de coordinación para pasarle una llamada del presidente pensó que era una broma.

Bush declaró inmediatamente el estado de emergencia en la zona, lo que permitió ayuda inmediata del Pentágono, el Ministerio de Seguridad Doméstica y otros organismos federales que intentan frenar el avance de las llamas y paliar el desastre humano. Ayer su compromiso se amplió con una declaración federal de desastre para los siete condados en llamas, lo que libera fondos federales para que las 1.300 familias que han perdido sus casas puedan pedir subvenciones para reconstruirlas. Hoy inspeccionará personalmente las zonas afectadas, en otra comparación con lo mucho que tardó en pisar Nueva Orleans.

Los vientos del desierto de Santa Ana habían amainado ayer, pero no lo suficiente como para que los bomberos pudieran dar por ganada la batalla de salvar las 65.000 casas directamente amenazadas por las llamas. De hecho, uno de sus principales temores se había hecho realidad. Dos de los mayores focos al norte de San Diego se habían dado la mano, convirtiéndose en un incendio gigantesco con llamas de 30 metros de altura que devoraba todo lo que caía al paso de su lengua de fuego.

Cuarenta heridos

Cerca de un millón de personas han tenido que abandonar su hogar ante la amenaza contra la que trabajan incansablemente 10.000 bomberos y 40 aviones, que hasta ayer no se pudieron aprovechar debidamente por culpa de los fuertes vientos, de hasta 130 kilómetros por hora. El balance oficial facilitado por la oficina de Schwarzenegger habla de tres muertos y 40 heridos por consecuencia directa de las llamas. La superficie quemada alcanza a unas 170.000 hectáreas y las pérdidas están por encima de los 1.000 millones de dólares.