La llegada a la estación de Renfe se produjo de forma escalonada. :: FRANCIS JIMÉNEZ
Ciudadanos

NO CABE UN ALFILER

Las calles del casco histórico registran un lleno de má s de 300.000 gaditanos y foráneos en la noche de Carnaval más callejera e improvisadaLa llegada de jóvenes y las borracheras adelantan su horario en la calle

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Por no mudar su costumbre Don Carnal quiso que la noche fuera fría, como de febrero, aunque este año el Sábado de Carnaval cayera ya en marzo. Sin embargo, frío y cachondeo no están reñidos y más si las risas se echan con algo de alcohol que caliente el cuerpo. El Carnaval 2011 salió ayer a la calle y lo hizo con su cara más desenfadada y divertida. El marco de la fiesta fue el casco histórico de la ciudad. Cada rincón de Cádiz se vistió de Carnaval para acoger a las más de 3.000 personas que ayer se decidieron a formar parte de la fiesta callejera por excelencia. Gaditanos y foráneos fueron copando el casco histórico en un goteo incesante y sin aglomeraciones que comenzó desde primera hora de la tarde.

Néstor Mileru asedia a preguntas a una recepcionista del hotel Senator, muy bien informada del día que arranca. «El mejor pescaíto, sin duda el de Las Flores. Y el pregón a las ocho de la tarde en San Antonio», le indica mientras hace un círculo en el mapa de Néstor. El viajero es argentino y viene desde Portugal con su mujer y sus dos hijos para conocer «el que dicen que es el mejor Carnaval de España». Toca ahora la comprobación empírica del presupuesto. De momento, para abrir boca un poco de turismo monumental «y sobre todo gastronómico». La familia tiene prisa por conocerlo todo sobre Cádiz y no quiere más preguntas.

Mientras, los gaditanos se desperezan para su día grande. Cádiz despierta a su sábado de Carnaval, pero no antes del mediodía. Con el sol casi en su cenit, las calles se animan tímidamente para ese disfraz de última hora, las compras para el botellón o un paseo turístico como el de Néstor y su familia. Los supermercados comienzan a hacer su agosto en marzo con grupos de jóvenes que organizan el escote para hacerse con bebidas, hielos y vasos. Sin embargo, las mayores ventas se dispararán en la tarde.

Todavía las aglomeraciones solo se forman a ratos y por sitios, como es el caso de la estación de Renfe. Los trenes, hasta el momento, han llegado completos pero los viajeros están entrando de forma pausada y ordenada. Mila Rodríguez y Javier Pérez de la Cruz son dos de esta masa, aún formal, vestida de particular y relajada. La sanluqueña y el valenciano vienen desde Sevilla a a pasar el fin de semana de Carnaval a casa de un amigo. Aprovecharán la mañana «para hacer una pequeña ruta por Cádiz». Son la excepción que confirma la regla del visitante de Cádiz por Carnaval.

Con el almuerzo Cádiz muda sus hábitos. El que ya está aprovecha para tapeo o incluso mesa y matel. Mila y Javier pican algo del Manteca a La Gorda te da de comer. En ambos establecimientos no se pueden quejar. Mesas y barras llenas. Tomás Ruiz va y viene detrás de la barra del Manteca con cuartos de chicharrones y vasitos de Fino. Están empezando, pero no se pueden quejar, como reconoce Ruiz. En Garum, de la calle Plocia se reconocen «encantados con un ambiente muy bueno», como explican Carmen y Santiago Braza, dueños del establecimiento.

Cuando Javier y Mila culminan su tapeo, la mudanza de las calles gaditanas ya ha comenzado. «Parece otra ciudad», reconoce divertida la joven. El centro está lleno de grupos familiares, con niños disfrazados y el tamiz de papelillos del suelo comienza a ser evidente. De momento, pocos disfraces y grupos jóvenes mientras que Renfe (con trenes cada media hora) y la estación provisional de autobuses continúan con su goteo incesante de visitantes. Los autobuses de viajes organizados llegan a copar incluso el aparcamiento habilitado para ello en Astilleros. El tráfico, controlado por la Policía Local en puntos como la plaza de Sevilla deja de ser lento pero fluido para comenzar a ser, directamente, pesado.

Mientras, Lacave celebra su carrusel de coros sin incidentes destacables y con algo menos de público que años anteriores.

El contraste comienza a ser, cuanto menos, curioso. El número de grupos de jóvenes va en aumento y las familias mantienen su jornada de disfraces infantiles y paseos. Las bolsas de botellón y los cubatas comienzan a camuflarse con el sano paisaje que dominaba hasta el momento. Carlos Tapias y sus otros 15 amigos de Linares llegan a Cádiz en autobús por segundo año consecutivo «con ganas de pasarlo bien». Aguantarán hasta el primer autobús de las seis de la mañana.

Desde Renfe y Comes confirman una pauta que se repetirá durante todo el sábado: llegada escalonada y con cierto sosiego. Buscar un aparcamiento comienza a entrañar sus riesgos, al menos emocionales. Las líneas amarillas, glorietas y aceras se hacen plazas de aparcamiento. Mientras, los accesos al casco histórico y la propia ciudad se hacen cada vez más intrincados y densos. Al público proveniente de otras localidades de Cádiz o de las provincias de alrededor se suman los gaditanos que estaban en el carrusel de Lacave y que quieren continuar la fiesta.

Néstor Mileru y su familia coincide en tiempo y espacio con Mila Rodríguez y Javier Pérez en el pregón de Julio Pardo en San Antonio. Tienen ganas de disfrutar del verdadero Carnaval, dicen. Y el argentino lo hace disfrazado de flamenco con su mujer Elisabeth vestida de gitana. «Hay ganas de fiesta, pero hasta una hora prudente». El centro se llena cada vez más y pasear por las principales vías de movimiento (Columela, Ancha o San José) comienza a ser complicado. El botellón ya es evidente y manifiesto y comienzan a producirse convenientes abandonos de botellas y bolsas de hielo descongelado, sobre todo en las plazas.

Las familias han desaparecido y el alcohol comienza a hacer estragos. Ya hay más de un grupos de jóvenes en evidente estado de alegría. La Cuesta de las Calesas ya es una riada humana de personas a pie y o en autobuses urbanos. Bajan los buses de la Línea 1 abarrotados y suben vacíos de forma constante. La estación de Renfe continúa con su éxodo de disfraces y bolsas de botellón, pero escalonado. Desde la estación de trenes reconocen que no ha sido si quiera necesario usar las vallas que tenían preparadas para las riadas humanas que se preveían en los accesos.

La basura en las calles en las calles comienza a ser ingente. Mientras los bares mantienen el tipo con llenos considerables. A primeras horas de la noche, los interiores triunfan en la hostelería. Las barras callejeras se llenarán más tarde.

Julio Pardo culmina su pregón tras más de dos horas y desde San Antonio comienza un éxodo de final variable. La Viña, plaza de Mina o la plaza de España se convierten en destinos favoritos. Los patosos del alcohol se hacen visibles y de callejones y esquinas comienza a correr hacia las alcantarillas un líquido sospechoso de olor nauseabundo.

El Cádiz más gamberro se hace con la calle. Disfraces caseros, de esos que se idean a última hora, ponen la nota más ingeniosa. Es tiempo de botellón en una madrugada adelantada. El argentino Néstor Mileru opta por recogerse. En hotel le recomiendan «que a estas horas el ambiente no es muy aconsejable».

Mila Rodríguez y Javier Pérez aún tienen ganas de más Carnaval. Dicen que aguantarán «hasta las dos o las tres, dependiendo del ambiente». El paisaje es 'tipical' Sábado de Carnaval, jóvenes ebrios, fiesteros de aquí y de allí (Madrid, Cáceres, Málaga o Sevilla). Sobre todo del segundo. Quizás por eso, a la hora de preguntar por una dirección cuesta encontrar alguien que la indique con fiabilidad. Se abre la veda de la noche más larga de Cádiz.