Sociedad

LOS PROYECTOS DEL MAR

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El Mediterráneo también está preocupado por su futuro. Aunque parezca que no se mueve, tienen una incesante vida interior, al margen de las nereidas más o menos ociosas y de las sirenas que supieron desde siempre que el amor entra por el oído. Los científicos aseguran que su nivel azul subirá más de medio metro en este siglo. Una barbaridad. Quizá no obligue a mudarse a mis escasos descendientes, ya que no va a llegar a la terraza de mi casa de Rincón de la Victoria, pero inundará el inútil garaje. Ya no guardo en él ningún coche, pero sigo guardando las distancias con la orilla. Dejé de conducir cuando me hicieron optar entre la ginebra y el alcoholímetro, ya que respeto todas las leyes, sobre todo la de gravedad.

¿Por qué no se estará quieto el mar? Al parecer no se conforma con ser una imagen del infinito y producir en algunos de nosotros un estado de hipnosis. Llevo muchos años contemplándolo y leyendo su inagotable breviario, página a página. Para saber todo lo que hay que saber, basta con mirar el mar y leer las coplas que dedicó a su padre el buen caballero don Jorge Manrique, que aunque nació en un pueblo de Palencia, no encontró nunca un símbolo como el mar para describir nuestra vida perecedera. Salvando las distancias y los niveles, a veces he pensado en el asombro del mar si el horizonte se incorporara. Qué sorpresa la del agua si se pudiese de pie de pronto. Hasta puede que llegara cerca de los dioses desaprensivos si en vez de continuar tumbado se pusiera de pie. Sus proyectos son otros. Según los sabios, va a desperezarse. Quienes entonces vivan a la orilla se replegarán tierra adentro. «El mar, el mar y no pensar en nada», que era la ideal consigna de mi tío electo don Manuel Machado. Llevo algunos años cumpliéndola a medias, ya que pensar, entendida la palabra como reflexionar y considerar, es inexcusable. Ni siquiera cuando estamos mirando al mar podemos dejar de vernos por dentro.