DOCTOR IURIS

Profesiones del demonio

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O del mismísimo Lucifer. Me refiero a las profesiones malditas, las que cuando uno pronuncia huelen a hiel o saben a formaldehído. Si se habla de ellas en reuniones de tasca, en la sala de espera de los hospitales, en la cola del cine o en el portal de nuestra casa surge un sentir generalizado. Todas tienen su sambenito, su maldición, su leyenda.

Ya lo dicen los peluqueros, que siempre son gays, venden ampollas de crecepelo infalibles y rasuran con mucho estilo: Los médicos se creen dioses en la tierra, son corporativistas y deciden sobre la vida y la no vida sin darle importancia. Todos son 'House' o quisieran serlo y se hacen de oro derivando pacientes a sus clínicas privadas. Los futbolistas son divos, peseteros, mercenarios, vagos, mujeriegos y trasnochadores. Menos Raúl González, claro está. Los toreros son locos de puerta gayola o cobardes de verónica alejada, marcan tendencias en el corte inglés, salen con bellas modelos y zezean. Incluso dirigen prostíbulos. Los promotores inmobiliarios nunca arreglan los vicios constructivos y si la cosa pinta mal, huyen a Brasil acompañados de una mulata. O la buscan al llegar. Los contertulios del corazón se dividen en dos grupos: Karmele y el resto. Son chillones, maleducados y usan el móvil en antena. Pocos son periodistas. Y qué decir de los letrados. Corruptos, mentirosos, interesados y ventajistas. Como dijo Shakespeare: para tener un mundo feliz, lo primero, matemos a todos los abogados.

Otra profesión del demonio, favorita de las peñas quinielísticas, la que toda ama de casa destripa sin necesidad ni conocimiento, la que da de comer -y no necesariamente por enchufismo, que también- a miles de familias, es la de político. La del representante de la soberanía popular. O sea. Concejal en Cuenca, tío en Granada. Ministro sin cartera, receptador de trajes caros, dilapidador de subvenciones, esquilmador de dietas y viáticos. Zoon Politikón. Primer teniente alcalde delegado de urbanismo. Draconiano peligroso. Chaquetero, opositor y tránsfuga.

Todas ellas y muchas más son profesiones malditas en el boca a boca callejero, pero no juzguemos a justos por pecadores. Todo esto viene por Samuel Martín, el cura de Noez y Sotanés (Toledo). Este santo varón de 27 años y 15 centímetros robó más de 17.000 euros a sus feligreses para poder usar líneas eróticas y web pornográficas. Además, su sotana se prostituía desde cincuenta euros. No debemos permitir que esta oveja negra sea usada como ejemplo, que con él se ataque a otros religiosos que dan su vida por los necesitados en la llevanza de su fe, aunque cada vez cueste más por las noticias que, como esta, salen a la luz. Por mí, Martín puede irse al infierno, pero seamos justos.