TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

LA MOLESTA MARCHA A ROTA Y EL CIERRE DE DELPHI

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Sólo son un puñado de pacifistas, ecologistas y jipis anacrónicos, ¿por qué molesta tanto en algunos sectores del país que cada año se junten en una marcha en la que se reclama el desmantelamiento de las Bases Militares que casi todas las organizaciones políticas del arco político han reclamado en algún momento de su historia? A mediodía de hoy, de nuevo desde el parque Calderón de El Puerto, partirá la ya tradicional Marcha a Rota, que alcanza esta vez la emblemática cota de su vigésimo quinta edición, bajo el lema de «La guerra empieza aquí. Paremos la OTAN», justo unas horas después de que el presidente Zapatero, visitara a las tropas españolas destinadas en Afganistán. Y días antes de que movilizaciones similares tengan lugar en Lisboa, durante los días 19 y 20 coincidiendo con una cumbre de la OTAN, o en Morón, el día 28, en cuya base ya se ha anunciado un ERE que si nadie lo remedia afectará a los trabajadores civiles de la base.

Y si bien es cierto que durante los últimos años, desde Rota a dicha localidad sevillana, crece la antipatía hacia la oficialidad gringa, por sus desplantes continuos a los trabajadores patrios, la situación de crisis provoca que muchos sigan identificando a Estados Unidos con aquel legendario Bienvenido Mr. Marshall de Luis García Berlanga: de hecho, durante la última visita del Embajador Alan D. Solomont a nuestra provincia, no hubo manifestaciones en contra del peligro potencial que sigue representando para la Bahía la utilización de la Base por unidades aeronavales de propulsión o carga nuclear, o en los siniestros vuelos secretos de la CIA. Tampoco le afearon que desde el Pentágono siga sin reconocerse el derecho de sus operarios civiles a negociar un convenio como en el resto de las instalaciones españolas, y se supone que Rota lo es. Lo que estaba lampando todo el mundo es por si el procónsul de Obama en nuestro país podía anticipar algo sobre la posibilidad de que Navantia asumiera de forma constante la reparación de buques de la VI Flota. Ese espíritu de sumisión prevalece más que el concepto de soberanía, hasta el punto de que tras que se anunciara la cancelación del proceso de recolocación de los trabajadores de Delphi, no haya faltado quien haya culpado del cierre de la factoría al hecho de que ZP no se levantara al paso de la bandera de EE.UU. en un desfile de las fuerzas armadas en 2003.

Los detractores de la Marcha a Rota aseguran que estas movilizaciones no sirven para nada. Sin embargo, como demuestran los antropólogos Ángel del Río y Juan Manuel Sánchez García en un reciente ensayo, es la única movilización que, a lo largo de los últimos treinta años, ha logrado aglutinar a la izquierda andaluza al Este del Edén del PSOE. Claro que hubo años que no llegó a convocarse. Y otros en que se convirtió en multitudinaria por causa de protestas concretas contra determinados conflictos bélicos. En sus últimas ediciones, es cierto que la escasa participación la ha deslucido. Y a ver qué ocurre este año al modificar su fecha de convocatoria, desde la cálida primavera al frío otoño.

De ahí que, esta vez, hayan cambiado algunas variables. Por ejemplo, que ahora aglutine en la convocatoria a veinte organizaciones no sólo españolas sino portuguesas. O que haya venido precedida de unas jornadas internacionales que tuvieron lugar ayer, en cuyo transcurso se reflexionó sobre el anacronismo de las bases incluso en un escenario defensivo, ya que el terrorismo y no la guerra convencional es lo que ahora inquieta más a este lado del mundo. Ya tampoco se trata de una movilización exclusivamente dirigida contra los emplazamientos militares de EE UU sino a su vez contra la base británica de Gibraltar, que la OTAN también utiliza desde la Guerra Fría. Los promotores de esta convocatoria ponen el acento, y no resulta baladí, en el riesgo constante que sufre la población de ambas bahías sin que se conozcan protocolos de protección civil para en caso de riesgo nuclear, una hipótesis nada desdeñable si se recuerdan todos los datos que afloraron durante la estancia en el Peñón del submarino 'HMS Tireless'. Por no hablar de sus efectos contaminantes, como demuestra la reciente tesis presentada ante la Universidad de Cádiz, por Rocío Piñero, que trabajó por cierto en la guardería de la Base roteña.

Anacrónicas, puede, pero lo cierto es que en vísperas de que se renegocie el acuerdo con Estados Unidos que los manifestantes pedirán en cambio que se derogue, las bases de Rota y Morón han sido ampliadas recientemente para albergar aviones como los C-17 Globemaster III o tan temibles como el Eurofighter Typhoon o para permitir el atraque simultáneo de más buques y con naves de mayor calado. En cualquier caso y más allá de momentos excepcionales de la reciente historia, lo cierto es que entre el grueso de la tropa civil gaditana puede más la costumbre que el miedo. Acostumbrada a la presencia de las bases y a nuestra permanencia en la OTAN a pesar de haberse vulnerado todos los compromisos asociados al polémico referéndum de 1986, lo cierto es que ni siquiera parece movilizarse por el miedo y por los discursos yihadistas que siguen colocándonos en el ojo del huracán sin que los misiles puedan defendernos de cualquier muyaidín suicida que reclame Al-Andalus empezando por Ceuta y Melilla. Todo ese militarismo de uno y otro signo no inquieta. Esta pobre Marcha, sí. Curioso, muy curioso.