PINCHITO MORUNO

LOS NUEVOS DIOSES

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Hace unas décadas en el Día del Corpus se estrenaba traje nuevo, con calcetines, con la caló que dan los puñeteros calcetines. Los viernes de Cuaresma no se podía comer albóndigas en salsa ni bistés y el Viernes Santo no se ponía ni la radio. Lo mandaba la Santa Madre Iglesia y lo único que tocaba, ante Dios misericordioso, era callar. Si una mujer tenía que aguantar las borracheras de su marido, ni se le ocurriera lo del divorcio, porque Dios así lo había querido.

Pero a Dios, al Supremo, al que te manda al cielo o al infierno, le ha salido competencia en esta época de globalización. Ahora con Dios compiten otros seres divinos que han sido bautizados con el santo nombre de «Los Mercados». Son como Dios, nadie los ha visto, pero los tenemos detrás, en el cogote, dando cosquis todos los días lo hijos de la gran. Sus ministros no visten de sotana, sino trajes de grandes diseñadores, no llevan levita, sino corbatas, algunas una jartá de horteras. No imparten bendiciones, sino doctrina, mucha doctrina y como sus colegas dan hostias, muchas hostias, aunque estas no son el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino la subida y la bajada de la Bolsa.

España, bueno, parece que toda Europa, ha pecado, de palabra, obra y omisión, ha sido por nuestra culpa y por la del Gobierno y los profetas de los nuevos dioses, Los Mercados, unos señores, sociedades internacionales y globalizadas, llamados Standard and Poors, los mismos que dieron sus bendiciones a las hipotecas basura en Estados Unidos, han dicho que no somos de fiar y que nos han visto cara de que a lo mejor pecamos y no devolvemos los préstamos. Los profetas, siguiendo el dictado de sus dioses Los Mercados, nos han puesto en el Purgatorio y nos mandan un montón de penitencias: bajar los gastos, bajar los sueldos y, en defintiva, llevar una vida más pía para corregir nuestra vida licenciosa con las carteras.

Los Gobiernos callan y obedecen como antes se hacía con la Santa Madre Iglesia.

A estos, más que si jincamos o no jincamos, que es lo que más bien le preocupaba a los de la Cruz, les preocupa si gastamos o no gastamos. Lastimosamente emplean la misma estrategia que durante mucho tiempo emplearon sus antecesores, el miedo, las advertencias de desastres ante situaciones que no comprendemos. Y a mí me da la espina, será porque no tengo fe, que estamos otra vez con el mismo cuento. Tengo la certeza de que no iré al Paraíso y mi único sueño es que surja, quién sabe si en el barrio de La Viña, el Antimercado, ese anticristo me da la impresión de que es el único que nos puede sacar de esta. Mientras tanto alabados sean Los Mercados.