EL MAESTRO LIENDRE

DESPEDIDNOS EL MARTES

La reforma que llega el miércoles incluye algo que no se llama despido libre pero que funciona igual

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Cautivas, desarmadas, desmotivadas, descreídas, desapegadas, destartaladas y sin respaldo social, a las hordas sindicales y a los que vamos detrás sólo nos queda entregar la cuchara. El horario de recogida de los restos del naufragio arranca el miércoles. El desconcierto entre las menguantes filas de los asalariados es tal que uno de los pocos que aún conserva esa condición decía el pasado jueves: «Creo que voy a provocar que me despidan el lunes o el martes, así cogeré una indemnización mayor que a partir del día 16, con la nueva reforma laboral». La huelga de funcionarios del pasado martes mostró que los sindicatos han perdido su capacidad de representación.

Ni ellos mismos se creen. Les pasa como a los dirigentes políticos. Cuando más falta nos hacían, para ejercer de contrapeso al galopante peso de esos tipos siniestros llamados 'los mercados', nos damos cuenta de cómo han adelgazado sus capacidades. Suele pasar.

Caes en la cuenta de lo inservible que es tu caja de herramientas cuando tienes una emergencia en la casa. Se ha ido deteriorando durante años mientras no la necesitabas y, de pronto, está hecha un asco y no sirve cuando la abres. Pues alguna herramienta necesitamos. Si con esa fórmula de agrupación sindical ya nos avasallan, cuando no haya ninguna...

La sensación que cunde, al menos a mi alrededor, en cualquier sector laboral, en cualquier pariente o amigo, es de rendición y resignación.

Nuestro mercado laboral es un cacharro estropeado que genera el doble de paro que en la Europa rica tanto cuando sopla viento a favor como cuando toca levantera en contra. Siempre el doble, hace cinco años y ahora. Es evidente que precisa un ajuste gordo. Otra cosa es que la tuerca que haya que apretar sea la que presiona la yugular asalariada. Está claro que estamos mal formados (dos décadas de caos educativo), que somos poco productivos y demasiado absentistas, pero resulta difícil encontrar la gracia a que, además, estemos todos muertos de miedo. Porque, a falta de una explicación más detallada del decreto de las narices y las cejas, parece que pretende combatir el paro facilitando el paso de cualquier empleado al desempleo. Al parecer, es para que los empleadores pierdan el temor a emplear porque no les saldrá tan caro volver a desemplear. Así, en esbozo, suena regular como pieza maestra para crear puestos de trabajo. Siquiera para dejar de destruirlos.

Pues, si no necesita usted nada más...

La desconfianza general empapa el ambiente con el que se esperan los cambios en la regulación laboral del próximo miércoles. La buena fe es el principio del que parte la aplicación de cualquier reglamentación, cualquier reforma. Sin embargo, salta destrozado en pedazos en un país de pícaros. Casi todo el mundo da por hecho que quieren echarle y que se trata de fabricar nuevas fórmulas para hacerlo, subterfugios más efectivos.

De esa base partimos para acoger la modificación pensada para crear empleo. Si a cualquier trabajador, sea o no vago, absentista, improductivo o incómodo, le van a poder echar por una indemnización de saldo, todos damos por hecho que pasará. Para que eso suceda, la empresa sólo tendrá que justificar que está en determinado nivel de pérdidas durante determinado periodo de tiempo. Ahora, casi todas dan ese perfil. Y si no, maquillarlo debe de ser un juego de niños. Si dos gobiernos (Grecia y Hungría) han sido capaces de falsear macrocifras oficiales durante varios años...

Pensamos que muchos trabajadores, o los sindicatos, retuercen en su beneficio las normas vigentes, también creadas con buena fe. Resulta difícil que la patronal vaya a comportarse de manera distinta.

La víctima da por consumado el atraco. Una vez descartadas las opciones de gritar, golpear o escapar; una vez visto lo del pasado martes, que acabe cuanto antes. Que se lleven lo que quieran. Si sobramos tantos, si tan fácil será echarnos, si la única forma de contratar es despedir, vamos ya. Paguemos todos. Como si todos hubiéramos vivido por encima de nuestras posibilidades, como si nunca hubiésemos creído, como si hubéramos practicado el escaqueo crónico, como si jamás hubiéramos sido productivos, como si sobrara cada uno.

Que empiecen ya. Que acaben ya. Hace dos años que sabíamos que acabaría todo así. Despido libre. O algo que se llama distinto y funcional igual.