TRIBUNA LIBRE

A propósito de la muerte de Raúl Ricardo Alfonsín

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A las 20.30 horas del día 31 de marzo de 2009, ha fallecido D. Raúl Alfonsín y, aunque teníamos conciencia de su grandeza política, a partir desde el mismo momento de su muerte, aún tan reciente, lo reconocemos ya como un ejemplo de gobernante para Iberoamérica y como un gran demócrata para la historia de Argentina. Han pasado ya 25 años desde que la democracia retornara a nuestra patria; concretamente desde que el 10 de diciembre de 1983 D. Raúl Alfonsín asumiera la Presidencia de la Nación Argentina e iniciara un mandato durante el cual se celebró el juicio contra los miembros de la Junta Militar que, en tiempos de la dictadura militar (1976-1983), protagonizaron uno de los hechos más infames de nuestra historia con el saldo de la desaparición forzada de 30.000 personas, proceso que culminó con una sentencia condenatoria. Durante su Presidencia, D. Raúl Alfonsín tuvo que soportar dos alzamientos militares, afrontar la complejidad de una transición a la democracia y asumir un legado de gran dificultad en materia política, social y económica. Asimismo, fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y promotor de innumerables iniciativas constitucionales y legislativas. Como síntesis de su pensamiento, cebe recordar que, en sus campañas presidenciales, D. Raúl Alfonsín solía terminar sus discursos con el programa que la Constitución de Argentina establece en su Preámbulo, un texto que desde entonces, y gracias a su elocuencia y credibilidad, muchos argentinos conocemos y asumimos como divisa de nuestra Patria:

«Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina». Se trata de un programa constitucional cuya meditada lectura, tan necesaria en este momento presente, nos interpela como ciudadanos y nos recuerda que en Argentina todavía se habla de la transición democrática y de falta de institucionalidad. Aún hoy nuestro país continúa con un marcado autoritarismo que es fruto de un sistema híperpresidencialista, de la falta de respeto a la división de poderes y de los decretos de necesidad y urgencia; en consecuencia, resultado de la adopción de las políticas públicas fuera de su lugar natural, la sede parlamentaria, que es el Congreso de la Nación. La falta de diálogo entre los distintos sectores de la sociedad, la corrupción pública, el aniquilamiento del federalismo y la falta de políticas públicas efectivas para garantizar los derechos sociales, son todas ellas carencias constitucionales que demuestran la inmadurez de la democracia argentina, para cuyo remedio deberíamos recuperar y rehabilitar las enseñanzas de D. Raúl Alfonsín, tan enraizadas en los textos constitucionales. En fin, sirvan estas breves reflexiones para que, también desde un diario como La Voz de Cádiz - ciudad tan iberoamericana y, por tanto, tan argentina-, rindamos homenaje al gran demócrata que ha sido, es y será para siempre D. Raúl Alfonsín, un político que no vivió de la política sino para la política.