VUELTA DE HOJA

Uno que cree en el futuro

La ola de pesimismo que nos cala hasta los huesos es aún peor que la ola de frío, ya que está congelando los salarios. Incluso Obama, antes de tomar posesión de su cargo de emperador, lo está viendo todo negro. Lo malo lo da por supuesto, pero ha dicho que tomará medidas «para evitar lo peor». Ha confesado noblemente que el paro va a ser muy alto y que la crisis tendrá una magnitud «como nunca hemos visto». De todas maneras, mejor será vivir para verla.

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Rindámosle honor a la única persona que ha recogido del suelo nuestro ánimo y nos da aliento. Nuestra salutación del optimista es para el ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, que, como su nombre indica, cree en lo que Rubén Darío llamaba «la celeste esperanza». Nadie conoce mejor que él las cifras del paro, pero acaba de descartar que su crecimiento sea ilimitado. Quizá porque tenga la convicción estadística de que el número de trabajadores que puede despedir cualquier empresa no puede ser mayor que el de gente que trabaja e en ella. Según los datos que maneja el Gobierno, ha explicado, «no vamos a llegar a los cuatro millones de parados».

Hay que reconocer que si bien llegar a los tres millones y pico ha sido un fracaso, no rebasar los cuatro constituye un éxito. Como en la sucinta oración de paralítico que fue a Lourdes, España aspira a quedarse como está. Todo es peorable y si se le desboca la silla en su rodada cuesta abajo puede descalabrarse y no tener ni pies ni cabeza. Falta nos estaba haciendo una persona como don Celestino, una vez acabado el caudal de optimismo de nuestro presidente, que es de índole patológica y además no se sabe si reparte dinero para darnos algo a todos o para dárselos a él, que falta les hace.