INUNDADO. Un vecino saca el agua acumulada en la parcela con un cepillo. / C. LOJO
Ciudadanos

La aventura de ser ilegal

La simple tarea de hacer un café puede convertirse en algo muy complicado en una vivienda construida fuera de planeamiento en la provincia Las casas dependen de fosas sépticas, pozos y sufren las inclemencias del tiempo

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Para vivir en un diseminado hay unas herramientas básicas que nunca pueden faltar. Unas botas de agua, una bomba de achique y vehículo de transporte. Para comenzar el día en una vivienda ilegal hay que poner en marcha un complejo sistema que comienza a primera hora. Para lavarse los dientes hay que tener en cuenta el tipo de agua que posee la vivienda. Así, si la casa se abastece a través de un pozo ante la ausencia de otras infraestructuras que lo suplan, el inquilino deberá tener en cuenta si el agua es potable o no. Para ello, hay empresas especializadas que realizan complejos análisis que tienen un coste de 100 euros. En el caso de que el nivel de sal y de cal no sean los adecuados, el inquilino tendrá que comprar agua embotellada para lavarse los dientes, enjuagar las verduras y hacer la comida.

Una vez que se ha superado la prueba de asearse y hacer el café con agua embotellada llega la compleja tarea de leer el periódico y recoger la correspondencia. En un diseminado no hay quioscos de prensa, ni tiendas, ni panaderías, ni servicio de correos. Hay que conducir hasta la venta más cercana para comprar tabaco, la prensa o recoger la correspondencia. Y es que, por extraño que parezca, muchas asociaciones de vecinos eligen una venta de las inmediaciones para instalar sus buzones.

Pero montarse en el coche y abrir la cancela puede ser muy complejo si la noche anterior ha sido lluviosa. Los diseminados no cuentan con sistema de alcantarillado y el agua se acumula en las entradas de las casas y en los carriles. Se hace imprescindible contar con unas botas de agua y una bomba de achique para hacer transitable el camino y llegar hasta el vehículo para ir a la venta a recoger las cartas y hacer otras compras.

Estas viviendas construidas en mitad del campo tienen un rudimentario sistema de recogida de aguas fecales a través de pozas que limpian camiones cisterna especializados. El vaciado de una poza puede oscilar entre los 70 y los 100 euros.

La basura

Pero una vez que el inquilino ha conseguido tomarse el café, comprar la prensa, recoger la correspondencia y vaciar la poza tiene que tirar la basura que la familia ha generado durante todo el día. La mayoría de diseminados no cuentan con servicio de recogida de residuos. Los residentes tienen que meter las bolsas de los desechos en el maletero del coche y acudir hasta el contenedor más cercano para depositarlas. El reciclaje, por supuesto, es una misión imposible.

Con toda esta falta de servicios mínimos, las condiciones meteorológicas afectan enormemente a la vida en un diseminado. Así, durante un periodo de sequía, las casas que se abastecen de agua a través de pozos se quedan prácticamente sin suministro, ya que el subsuelo termina totalmente seco. La única solución es llamar a empresas que se dedican a suministrar cubas de agua para llenar el pozo. Unos 10.000 litros pueden ascender a unos 80 euros.

Pero las fuertes lluvias también son negativas para los diseminados, que ante la falta de sistema de alcantarillado, sufren la acumulación de barro y agua en las casas y los carriles. Es muy común ver a los vecinos retirar toda la arena acumulada de la puerta de sus viviendas los domingos por la mañana. Y es que como indicó la edil de Urbanismo de El Puerto, Patricia Ybarra, «quien decida hacerse una casa en el campo debe tener en cuanta precisamente eso, que vive en medio de la nada sin ningún tipo de servicio». Dar la vuelta a esta realidad y dotar a estas zonas de infraestructuras es uno de los objetivos principales de las áreas de Urbanismo de los municipios gaditanos afectados por este fenómeno social. Pero la tarea no será fácil, rápida, ni barata.

elpuerto@lavozdigital.es