El director de cine Luis Buñuel, en 1960. /ARCHIVO
ANIVERSARIO

25 años sin Buñuel, maestro del surrealismo y de la crítica social

La obra del 'genio de Calanda', como se le conocía por haber nacido en esa localidad aragonesa, está más vigente que nunca

MADRID Actualizado: Guardar
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Pocos cineastas han desarrollado una carrera tan redonda, coherente y, sobre todo, personal, como el gran Luis Buñuel, que dejó para la historia imágenes tan impactantes como la de la cuchilla cortando un ojo o las hormigas saliendo de un agujero en la palma de una mano.

Al cumplirse veinticinco años de su muerte -falleció en Ciudad de México el 29 de julio de 1983-, la obra del 'genio de Calanda', como se le conocía por haber nacido en esa localidad aragonesa (norte de España), está más vigente que nunca.

Nacido el 22 de febrero de 1900, Luis Buñuel estudió Historia en Madrid pero fue su estancia en la Residencia de Estudiantes de la capital, donde conoció a Federico García Lorca, Salvador Dalí y Rafael Alberti, la que orientó su vida hacia el arte, razón por la que se trasladó a París, donde comenzó a trabajar en el cine.

Su primera película, Un perro andaluz (1929) fue todo un manifiesto del surrealismo, a la altura del literario de André Breton, y, a pesar de sus evidentes fallos técnicos, sigue siendo en la actualidad todo un alarde de imaginación y originalidad. De esa película, de tan sólo 18 minutos, proceden esas dos impactantes imágenes, molestas y perturbadoras, que son una clara muestra de la influencia de los sueños en sus primeras obras: la del ojo cortado por una cuchilla, procedente de un sueño del propio Buñuel, y la de las hormigas, salida de la capacidad onírica de Dalí.

Radicalismo estético

Junto con La edad de Oro (1930), son los dos ejemplos más claros del surrealismo en cine. Películas cuyo "radicalismo estético se ha convertido en la garantía de su prestigio cultural", según el diario The New York Times. Tras ese radical inicio, Buñuel saltó a continuación a un genero completamente diferente, el documental, pero eligió un tema no por realista menos surrealista: la situación en la región española de Las Hurdes. Durísimo documental de 27 minutos que recoge la desoladora situación de esa zona en la España de 1932 y que ofrece secuencias terribles como la del entierro de un niño en su ataúd blanco descendiendo por el río.

Aunque Buñuel se centró después en la ficción, sus películas siempre estuvieron cargadas de una fuerte crítica social, una denuncia de la situación de colectivos marginados, como ocurrió con Los Olvidados, una obra maestra por la que obtuvo el premio a la mejor dirección y el de la crítica internacional en el Festival de Cannes de 1951 y que fue rodada en 1950 en México, país en el que el cineasta recaló tras la Guerra Civil española y tras vivir en París y en Estados Unidos, de donde tuvo que salir por las presiones que sufrió al ser acusado de comunista por Dalí.

En el país azteca también rodó algunas de sus películas más significativas, como Nazarín (1959) -palma de Oro en Cannes- o El ángel exterminador (1962), con una vuelta temporal a España para realizar Viridiana (1961), una dura crítica a la falsa caridad. Viridiana, que también obtuvo la palma de Oro de Cannes, en 1962, generó un importante escándalo cuando el periódico vaticano L'Osservatore Romano la tachó de blasfema y sacrílega, lo que provocó que la censura española la prohibiera.

Tras su etapa mexicana, Buñuel regresó a Francia, donde rodaría las películas que más prestigio le dieron y con las que alcanzó una enorme sutileza en sus críticas sociales, además de una mayor libertad creadora debido a los más y mejores medios de que dispuso.

Reconocimiento mundial

Con Belle de Jour (1966) consiguió el León de Oro de Venecia por una película muy avanzada en la que Catherine Deneuve interpreta el papel de una burguesa que es incapaz de mantener relaciones sexuales con su marido y que comienza a trabajar en un burdel para satisfacer sus deseos y fantasías.

La trilogía formada por La vía láctea (1968), El discreto encanto de la burguesía (1972) -que ganó un Óscar a la mejor película extranjera-, y El fantasma de la libertad (1974) es probablemente la cumbre de su carrera. Lo absurdo se convierte en protagonista de estas historias con las que Buñuel atacó sin piedad la vida burguesa, en especial con esa reunión de amigos en El discreto encanto de la burguesía en la que nuca pasa nada.

Su última película, Ese oscuro objeto del deseo (1977), fue menor en comparación con las genialidades realizadas anteriormente, pero, al igual que con toda su obra, es una muestra más de que Buñuel hizo siempre lo que quiso y contó lo que sentía, sin importarle los convencionalismos. "No creo haber hecho nunca algo por dinero. Lo que no hago por un dólar no lo hago ni por un millón", reconoció el propio Buñuel.

El cineasta ruso Andrei Tarkovski dijo de él: "La fuerza dominante de sus películas es siempre el inconformismo. Su protesta -furiosa, sin compromisos y acerba- se expresa sobre todo en la textura sensible del filme, y es emocionalmente contagiosa". Y "por encima de todo, Buñuel es el portador de una conciencia poética", agregó.