EL MAESTRO LIENDRE

El que avisa es el traidor

Los que advierten, sólo por hacerlo, ya parecen salvadores o colaboradores. Pero avisar, sin acompañamiento, arregla poco. Nada. ¿Cuánta cantidad de miedo somos capaces de digerir en una sola semana?

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Esta que termina comenzó con unas palabras de Manuel Chaves: «Los próximos años serán muy difíciles». Y termina con otras de Pedro Solbes: «Esta crisis es la más compleja que hemos vivido nunca». Ambas declaraciones podrían ser elogiables de no ser porque sus autores, hace menos de cinco meses, anteayer como quien dice, aseguraban que no era para tanto. El eterno presidente de la Junta, ese que quiere seguir cuatro años más -hasta que nadie recuerde quién le precedió, hasta que la limitación en los cargos deje de ser asunto pendiente en la democracia española- prometía hace 20 semanas, en campaña electoral, el «pleno empleo». Así, como lo oyen.

Pueden buscar en hemerotecas, en Google o dónde les dé la gana, porque repitió el mensaje varias veces, en varios mítines. Así, por la cara. «Pleno empleo». Los expertos en estas cosas dicen que eso del paro cero viene a ser una tasa inferior al 5%. Es decir, cuando hay menos de cinco parados por cada cien habitantes en situación de trabajar ya se considera que no hay paro, puesto que ese grupo está formado por personas que quieren cambiar de empleo, que esperan uno para elegir o que se quedan sin curro durante un cortísimo periodo.

Ese paraíso sociolaboral lo anunciaba Chaves hace menos de medio año, cuando empezaba a llover y se barruntaba el chaparrón que les está cayendo a los que no tienen paraguas, a los que construyeron a tal velocidad que ni desagües instalaron. Entonces nuestros líderes se comportaban como la orquesta del Titanic. Ahora pretenden ser los vigilantes de la playa, gritando cuando ven la aleta de Tiburón. Son personajes incompatibles, hasta en la vestimenta. Es imposible. Si hace menos de seis meses Chaves y Solbes decían que aquí no pasaba nada y ahora nos cuentan el fin del mundo, la conclusión está clara: una de las dos veces nos mintieron.

Es fácil imaginar que fue la primera. Nadie puede creer que dirigentes tan insistentemente veteranos desconocieran la que se venía encima. Es imposible creer que tales cabezas, rodeadas de montañas de asesores (pagados como futbolistas y sacados de la élite para pensar y adelantarse) desconocieran por completo lo que se avecinaba.

Todos intuímos que sabían lo que se acercaba y lo disfrazaron porque era febrero y, sobre todo, porque les convenía mucho. Ahora, en vez de pleno empleo lo que ofrecen es pánico total y talleres a tutiplén. Habría que crear uno para nuestros dirigentes, para enseñarles a prometer con sensatez y con algo parecido a la honestidad. Módulo de compromisos electorales realistas (Engañe usted lo menos posible) podría ser el título del módulo formativo.

Los que nunca podemos elegir, estamos ahorrando por cojones. Alguna gente co-rriente ya ha adoptado el modelo De Juana Chaos y ha dejado de comer por tal de conservar el piso. Lo del recalcitrante asesino, es voluntario. Sin embargo, los que viven secuestrados por la hipoteca no tienen opción. O pagan, o comen.

Sin embargo, los que cobran de las cuentas públicas y los que pagan con ellas tienen el ahorro como una opción, como una posibilidad a elegir. Y siguen sin mover un dedo. Las administraciones dirigidas por esos mismos que anuncian el fin de los tiempos de prosperidad (?), el advenimiento de la desgracia, dirigen monstruos administrativos anclados en el pasado, miopes, lentos, torpes y derrochadores. Solbes, al menos, siempre se ha distinguido por ser un aguafiestas y tirar de las orejas a sus compañeros del Consejo con tal de que gasten menos. Incluso en tiempos de bonanza, el abuelete socialista siempre llamaba la atención a sus colegas. De Chaves, apenas se conoce un gesto de austeridad administrativa.

Su eterno periodo en la Presidencia ha servido para crear y consolidar la mayor red de inservibles pesebres que nunca haya conocido esta tierra, con la complicidad e imitación de los restantes partidos grandes o medianos. Los escandalosos gastos en mariscadas y comilonas de los consejeros esos de Canal Sur sólo son una mi-croscópica muestra de lo que se ha sembrado por Andalucía toda, por empresas y medios públicos, ayuntamientos y diputaciones. Asesores por docenas, expertos que nunca ejercen, funcionarios sin función o que cobran por no faltar, delegados de partidos con la obvia misión de hacer lo que les manden, inservibles empresas de fomentos variados, observatorios que no ven nada... una telaraña de sueldos millonarios sin más misión que perpetuar la nómina. Un sector público del tamaño de un elefante con obesidad mórbida, con su misma agilidad, incapaz de potenciar la insustituible faceta de servicio (educación, justicia, seguridad, sanidad...) pero cada vez más generoso hacia sus órganos inservibles para la comunidad.

Lo más triste es que muchos apostaríamos el escroto a que nada cambiaría (sólo los nombres, o sea, nada) si fuera el PP el que gobernase. Va más allá de las siglas. El propagandista Ayuntamiento de Cádiz lo demuestra, tozudo, hace años.

Los que tratan de asustarnos, los que dicen advertirnos, son los máximos responsables de que los juzgados y las urgencias estén colapsados, de que policías nacionales, guardias civiles y profesores estén desmotivados y malpagados. Pero también son los mismos que dejan que se derramen ríos de dinero sobre todos esos parafuncionarios más dotados para el interés personal que para el general. Mientras nada de eso se mueva, las advertencias parecerán ofensas, porque la distancia entre el ejemplo y el discurso genera escándalo.

Para rematar la semana con brillantez, varios concejales y diputados de esos que anuncian la crisis sin sufrirla, se sumaron a la grandiosa cruzada del cadismo contra la injusticia. La tentación de recordar que «hay otros problemas por los que salir a la calle» es grande, pero se puede contener. Lo que resulta intolerable es que les paguemos para que nos lideren, para que busquen soluciones y luego se comporten como mi vecino de abajo y como mi primo cadista por tal de quedar bien. De quedarse bien. Cuestión de prioridades.

A ver cómo quedamos los demás, los que comemos de eso tan desconocido y temido para ellos: la empresa privada, la amenaza constante, la exigencia sin fin y la repulsiva competitividad.

landi@lavozdigital.es