EL RAYO VERDE

Algo se mueve

La ciudad que sonríe parece a veces que sale de su letargo de siglos. Lo digo con cautela, no hay que exagerar demasiado. El tiempo dirá si estamos asistiendo al comienzo de un cambio de ciclo, pero en los últimos meses se han producido movilizaciones de distinto signo en número suficiente como para pensar que, al menos, nos encontramos en un pico del habitual encefalograma plano de la tierra del conformismo, la diletancia, la desidia. Lo más interesante es que el movimiento es social, o sea que se origina en lo que en tiempos remotos se llamó «la puta base» y en su motor no están organizaciones políticas, sindicales, vecinales ni de otro tipo aunque luego haya quien quiera apuntarse el tanto o el que insista en etiquetar, con fines descalificatorios en general, a los protestantes.

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Este «estado de movilización» es curioso de observar y creo que digno de interpretar por la psicología social, más que por los habituales códigos políticos, así que a ver si hay por ahí algún experto y se anima. A modo de sugerencia, aporto mis observaciones: Se detecta una sensación cada vez más general de hartazgo, de decepción pero ya en grado de enfado, una común suspicacia -un punto más que desconfianza- hacia cuanto se mueve y una necesidad de visibilizarse para evidenciar el descontento. Así, por ejemplo, la manifestación del pasado martes en la Rosa de los Vientos de Santa María del Mar contra el chiringuito que el Ayuntamiento ha concedido allí, que consiguió reunir a un centenar de personas convocadas a través de folios pegados en los ascensores de las casas del vecindario y foros de Internet.

Las reacciones que el propio proyecto de la plaza ha provocado, y que se han podido seguir estos días en los comentarios de lavozdigital, son reveladoras de este estado de cabreo, aunque sin duda esconde otros odios africanos evidentes que no tienen nada que ver con el conflicto político-urbanístico que consitituye el meollo de la protesta y que no conviene mezclar.

Al poder municipal, además, se le ve inquieto, crispado, intolerante ante las críticas, falto de reflejos, incapaz de comprender, o a lo mejor comprendiendo demasiado que se acaba el tiempo de la estrategia actual, que ya las rentas del soterramiento están agotadas y que los ciudadanos de Cádiz requieren más movimiento, novedades, acción, realidades y no palabras, jugadas de estrategia, humo o faroles. Ya el personal está lo suficientemente informado como para detectar que, por ejemplo, no basta con dar una rueda de Prensa, hay que presentar concreciones; que sigue sin haber un modelo de futuro definido ni actuaciones coherentes con él; que se confía el horizonte del mañana al cliché de «ciudad turística y cultural», pero que seguimos sin ser referente absolutamente en nada de la cultura, salvo en el concurso del Carnaval, y que la oferta que podemos ofrecer al turismo no nos la creemos ni nosotros mismo; que somos, en fin, un pájaro sin alas, más que en una jaula, picoteando migajas.

De modo que aquí, siento el chiste fácil, que suena a canción hortera, se mueven los feligreses (Oratorio), se mueven los ateneístas (Aduana), se mueven los arquitectos (Náutica), los padres sin plaza escolar (San Felipe) los vecinos de Santa María del Mar y los de Astilleros... en una progresión sintomática. El pequeño seísmo social se extiende al comité local del partido socialista, donde se rearma la disidencia. Ni los propios críticos esperan lograr éxito en su misión, pero se conforman con que al menos quede constancia de que están ahí .

La movilización por sí misma no es que sea lo deseable, importa también las causas, los fines, pero al menos no es indiferencia, resignación, pasotismo. No hay que hacerse ilusiones, con todo. Llevamos mucho tiempo esperando a Heracles el gaditano, el que bajo de las olas aguarda. No vendrá. Está en lo que puedan y quieran hacer los gaditanos.

lgonzalez@lavozdigital.es