editorial

Liberados por fin

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La liberación de los 26 tripulantes del atunero Playa de Bakio, seis días después de que fueran secuestrados por un grupo de piratas cerca de Somalia, constituye un feliz alivio para los marineros sometidos a un trance personal tan dramático, sus angustiados familiares y una ciudadanía que asistía inquieta al incierto desarrollo de los acontecimientos. Dado que la prioridad era propiciar el regreso a casa sanos y salvos de los pescadores, su puesta en libertad sin que haya mediado la intervención por la fuerza de la fragata enviada por el Gobierno español a la zona y sin que ninguno de ellos sufriera más contratiempo que el derivado de la tensión de la última semana da motivos para congratularse del modo en que se ha resuelto el apresamiento. Especialmente cuando la propia naturaleza de esta actividad delictiva, practicada por ladrones del mar aparentemente con muy poco que perder, y el caos que reina en Somalia entorpecían hasta el extremo unas gestiones diplomáticas a las que Fernández de la Vega atribuyó todo el mérito del óptimo desenlace.

La vicepresidenta eludió aclarar si la liberación ha sido fruto del pago de un rescate, aunque tan elocuente como sus argumentos fue que no lo negara de forma explícita. La posibilidad de que la vía diplomática se haya combinado con gestiones tendentes a propiciar un trueque económico resulta necesariamente comprometedora para cualquier Gobierno colocado en una tesitura como la presente; una situación que ya llevó hace tres semanas al armador del yate francés ‘Ponant’ a ceder al chantaje para poder rescatar al pasaje, antes de que una operación del Ejército galo desembocara en su liberación y en la detención de seis piratas. Pero la comprensión que puedan suscitar sus dificultades y la discreción a la que obliga la diplomacia no deberían llevar al Gobierno a refugiarse en explicaciones tan vagas como las ofrecidas ayer, sobre todo en lo que se refiere a los eventuales pasos dados para tratar de capturar a los secuestradores. Del mismo modo, la satisfacción lógica con la que hay que saludar el retorno de la tripulación del Playa de Bakio no puede llevar a soslayar ni al Ejecutivo ni a los propios pesqueros que faenan en el Índico los serios riesgos a los que se enfrentan los marineros en unas aguas muy arriesgadas y de complicada vigilancia si no se produce una movilización supranacional coordinada.