Maggie Gee.
Cultura

«Ponemos precio a las asistentas para que el resto seamos libres»

La autora inglesa Maggie Gee recrea en su última novela la lucha entre una empleada del hogar y su patrona

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La escritora inglesa Maggie Gee ha desembarcado en España con su última novela Mi asistenta, una comedia doméstica en la que a través de dos mujeres -una inglesa y una ugandesa-, aparentemente opuestas, retrata con humor y ternura los conflictos culturales y de clases de la Inglaterra actual. Editada en España por Océano Circe, es la primera novela de Gee que se traduce al castellano.

Vanessa Henman es una escritora frustrada y neurótica de clase media. Está separada y vive con su único hijo Justin, de 22 años, un muchacho deprimido que no quiere salir de la cama, y que cuando lo hace se pasea desnudo por la casa. Mary Tendo es una ugandesa que trabajó durante años en la casa de la Henman, limpiando y cuidando a Justin cuando era un niño. Ahora, después de muchos años, Mary ha decidido volver a Londres, después de que Vanessa le escribiese una carta rogándole que regrese porque cree que es la única capaz de salvar a Justin de la depresión.

Una pesadilla

Pero esta vez su estancia será muy distinta. Mary ya no es la mujer sumisa que acepta un salario irrisorio y permite que la humillen. Esta vez viene decidida a que no la toreen y con esa filosofía consigue revolucionar la casa y cambiar la vida de todos. Y es que ahora, bajo el mismo techo, dos culturas y dos visiones del mundo muy diferentes deberán convivir en pie de igualdad y luchar por el poder en el hogar. «Cuando contratamos a una asistenta, estamos poniendo precio a otras mujeres para que nosotras seamos libres», afirma Gee, que destaca que el título de la edición española es «más acertado que el de la inglesa; tiene un significado más amplio». Y es que «una asistenta puede llegar a hacer de todo», afirma, como ocurre con Mary Tendo.

Mucha gente como ella llega al Reino Unido y aunque esté muy bien preparada e incluso tenga estudios universitarios se encuentra con muchas trabas para conseguir un buen trabajo. «En muchas ocasiones, estas asistentas están más formadas que quienes las contratan, pero éstos probablemente ni siquiera lleguen a saberlo», comenta Gee.

Esta escritora, la primera mujer que ostenta la presidencia de la Real Sociedad de Literatura, vivió una experiencia parecida. «Cuando estaba acabando mi doctorado decidí mudarme a Londres. Tenía 29 años. Vi un anuncio de una pareja de ancianos que me ofrecía alojamiento en el barrio de Chelsea y limpiar la casa por unas 15 libras a la semana. Pero su intención era utilizarme para todo: me hacían limpiar, cocinar, servir Además, me alojaron en una habitación en la que había goteras y todos mis libros se echaron a perder. La mujer estaba loca. Fue una pesadilla. Duré allí tres meses», recuerda.

El acento pijo

En Mi asistenta, publicada en el Reino Unido hace dos años, Maggie Gee se mete en la piel de una inmigrante africana que piensa que los ingleses «están mal de la cabeza», para permitirse una cierta crítica a los británicos sin resultar hiriente. De hecho, uno tiene la sensación de estar contemplando una telenovela en la que se tratan temas fuertes, como el racismo de blancos hacia negros y viceversa, pero de una manera que no sólo conmueve, sino que hace reír.

«Los británicos somos raros, excéntricos, reservados, vivimos de puertas para adentro y no queremos aprender otros idiomas». Pero hay cosas que están cambiando, como la distinción de las clases sociales por el acento. «Algunos ya no quieren sonar demasiado pijos. Hasta la reina Isabel II ha modificado su acento en los últimos veinte años», asegura Gee.