Editorial

El Cádiz se instala en la incertidumbre

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a institución deportiva con mayor presupuesto, historia y seguimiento de la provincia se enfrenta, por segunda vez en un trimestre, a una crisis institucional de imprevisibles consecuencias. El presidente del Cádiz Club de Fútbol anunció anoche su renuncia irrevocable al cargo y declaró la quiebra técnica de la entidad, que según la última auditoría encargada tendría una deuda superior a los diez millones de euros. Estas declaraciones, impactantes para una gran masa social aunque fueran esperadas tras los insistentes rumores de los últimos días, por cuanto vuelven a dejar en el aire el presente y el futuro de la entidad. La nueva crisis compromete seriamente la capacidad de gestión de los anteriores dirigentes y de los que ahora renuncian. Por un lado, acrecenta las sospechas de que la labor económica que desempeñó el equipo encabezado por Muñoz no fue tan notable como la afición considera. Por otro, confirma que los nuevos responsables, liderados por Arturo Baldasano, fueron incapaces de cerciorarse del estado financiero de la entidad que iban a comprar antes de hacerse con el mando. Como testigo, el Ayuntamiento, que ya ha intervenido demasiadas veces (y con demasiado dinero público) en las arcas de un equipo que no deja de ser una empresa privada a la que no tienen que contribuir, con sus impuestos, todos los ciudadanos que no comparten la afición futbolísticas. Como únicos afectados (y también como únicos garantes de alguna esperanza) quedan los más de 15.000 abonados que pese a su fidelidad y sus pagos llevan varios meses sometidos a una incertidumbre que no merecen. Otros clubes, con menor capacidad de convocatoria, tienen una dirección mucho menos controvertida. Habrá que analizar las razones sin esperar la aparición de salvadores y con el objetivo prioritario de la estabilidad.