El Papa Francisco, en una imagen de la pasada Semana Santa, cuando viajó a un centro de refugiados a 30 km de Roma
El Papa Francisco, en una imagen de la pasada Semana Santa, cuando viajó a un centro de refugiados a 30 km de Roma

El Papa viajará a la isla de Lesbos el 15 de abril en solidaridad con los refugiados

Le recibirán el presidente griego, el Patriarca de Constantinopla y el arzobispo ortodoxo de Atenas

Corresponsal en El Vaticano Actualizado: Guardar
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En vista de que Europa cierra las puertas a familias enteras que huyen de la muerte y de que los cuatro países que han creado el drama de Siria e Irak siguen sin darse por aludidos, el Papa Francisco viajará el próximo viernes 15 de abril a la isla griega de Lesbos para reunirse con los refugiados y llamar la atención del mundo sobre los sesenta millones de personas que han tenido que escapar de sus hogares.

Aunque la iniciativa ha sido del Papa, el anuncio del viaje corrió a cargo del Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa griega mediante un comunicado en el que manifiestan «haber accedido al deseo» de Francisco de reunirse con los refugiados para promover «la toma de conciencia de la comunidad internacional respecto al cese de las hostilidades en el Mediterráneo y Oriente Medio, que afectan fuertemente a las comunidades cristianas, así como a la emergencia y grave problema humanitario de los refugiados desesperados que buscan un futuro mejor en el continente europeo».

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, se limitó a confirmar que se está preparando el viaje en la línea habitual de anunciarlo oficialmente tan solo cuando se conozcan todos los detalles de protocolo.

Los refugiados son una prioridad humanitaria para el Papa, quien visitó el pasado mes de febrero la ciudad fronteriza mexicana de Ciudad Juárez, limítrofe con Estados Unidos, y realizo su primer viaje fuera de Roma precisamente a la Isla de Lampedusa en julio de 2013 para reunirse con personas –muchas de ellas huidas de las guerras en Siria, Irak, Eritrea y Sudan del Sur- que habían cruzado el Mediterráneo a riego de su vida.

En su estilo directo habitual, el Papa Francisco organizó personalmente las líneas generales de este viaje el pasado 21 de marzo en un encuentro con el metropolita Gabriel de Nea Ionia, encargado de inmigrantes en la Iglesia Ortodoxa Griega. En principio, el Papa será recibido en el aeropuerto de Mitilene por el presidente de la República, Prokopis Pavlopoulos, y el primer ministro Alexis Tsipras.

Pero allí le esperan, sobre todo, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y el arzobispo de Atenas, Ieronimos II, cabeza de la Iglesia Ortodoxa griega, que suele mantener un tono de frialdad con Roma.

El viaje de Francisco tiene, de este modo, una dimensión humanitaria y, al mismo tiempo, otra ecuménica, en la línea de favorecer el trabajo conjunto de las Iglesias cristianas ante problemas graves como la persecución en Oriente Medio, la crisis de los refugiados o el tráfico de seres humanos.

Precisamente el modo de proteger a los cristianos perseguidos por el Estado Islámico en las guerras desatadas por Estados Unidos en Irak y Siria fue uno de los principales temas abordados por el Papa Francisco y el Patriarca de Moscú, Alexis II, en el histórico encuentro del pasado mes de febrero en La Habana, el primero entre los jefes de ambas Iglesias desde el cisma del 1054.

Durante el Ángelus del pasado 28 de febrero, el Santo Padre había pedido solidaridad con Grecia en su esfuerzo por aliviar «el drama de los refugiados que huyen de la guerra y de otras situaciones inhumanas», pidiendo «una generosa ayuda a todas las naciones».

Casi ninguna se ha dado por aludida, como tampoco ha habido una respuesta satisfactoria a la reciente cumbre de Naciones Unidas en la que el secretario Ban Ki-moon ha pedido a países terceros acoger el diez por ciento de los 4,8 millones de refugiados sirios, es decir, «a 480.000 personas, una cifra relativamente muy pequeña comparado con los millones de refugiados sirios acogidos en Turquía, Líbano y Jordania».

Al Papa le ha dolido también el acuerdo entre Europa y Turquía para intercambiar refugiados, porque supone otra barrera y otra excusa para no ayudar a personas en grave peligro.

El cardenal Antonio María Veglió, presidente del Pontificio Consejo para los Inmigrantes, ha manifestado que negar la acogida a los refugiados sirios es inhumano, y denunció que «cada día se devuelven personas a Siria desde Turquía. Estos pobres emigrantes y refugiados no son paquetes postales. ¡Son personas!».

El cardenal Veglió subrayó la necesidad de distinguir muy bien entre inmigrantes económicos, que pueden ser devueltos a su país de origen, y refugiados, « sobre cuya acogida hay acuerdos internacionales. Los refugiados, además de no ser paquetes postales, son personas que hay que tratar con delicadeza».

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