El ex primer ministro israelí, Ehud Olmert, abandona la sala del tribunal de Tel Aviv . / Reuters

Olmert, de ex primer ministro a presidiario de excepción

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Ehud Olmert, el que fuera todopoderoso alcalde de Jerusalén (1993-2003), ministro (2003-2006) y jefe del Gobierno israelí, permanece estos días recluido en su casa a la espera de que el Tribunal Supremo admita el recurso contra la condena de seis años de cárcel por corrupción que dictó en su contra el pasado martes en Tel Aviv el juez David Rozen. Una esperanza muy débil ya que casi nadie cree que vaya a variar un fallo que ha hecho historia.

Pese al sabor amargo que ha provocado entre los medios y opinión pública israelíes el ver a una alta autoridad del Estado entre rejas, ha predominado la satisfacción de que nadie está por encima de ley. Este rigor e imparcialidad de la Justicia de Israel se dio ya con el exjefe del Estado Moshe Katsav, condenado a finales de 2010 a siete años de cárcel por dos delitos de violación y de varios de acoso sexual.

En el caso de Olmert, los pasados cargos y servicios públicos le han servido más como agravante que como atenuante. Así lo entendió de forma cristalina el juez Rozen, que en la sentencia expone: “Quien recibe o entrega soborno traiciona la confianza de la sociedad. Los que tienen más poder y pertenecen a la élite política, social y económica deben dar ejemplo con mayor firmeza”.

Además de la dureza de la condena, llama la atención el monto del soborno, sobre todo teniendo en cuenta las cifras que se manejan en otras latitudes más cercanas. El juez considera probado que Olmert cobró 660.000 shékels cuando era alcalde de Jerusalén (unos 140.000 euros) para facilitar la construcción de un proyecto inmobiliario de dudoso gusto estético y nombre poco original, ‘Holyland’ (ciudad santa).

El ex primer ministro, de 68 años, sigue proclamando su inocencia, aunque los numerosos precedentes no le ayudan. En 1998 fue absuelto por financiación ilegal de su partido de entonces, el Likud, y hace dos años fue condenado a un año de libertad condicional y una multa de unos 15.000 euros en otro caso de corrupción.

Los medios han recordado estos días que, como él mismo confesó en sus memorias, estuvo muy cerca de llegar a un acuerdo con los palestinos, aunque también ordenó dos de las incursiones militares israelíes con más alto coste de vidas civiles de la última década: la llamada Segunda Guerra del Líbano y la Operación Plomo Fundido en Gaza. La prensa israelí también asegura que Olmert se planteó hace algo más de un año la posibilidad de presentarse en las próximas elecciones contra el actual jefe de Gobierno, Benjamín Netanyahu.

La perspectiva de su futuro ha cambiado mucho y el uno de septiembre, si el Supremo, no lo impide, Olmert se convertirá en un presidiario de excepción. Una comisión especial del servicio penitenciario israelí está estudiando cuál la prisión de destino y las condiciones de reclusión acordes con el reo. A tal señor, tal honor, pero tras unas barrotes.