Iñaki Azkuna, en una imagen de 2011./ Ignacio Pérez
PERFIL

Iñaki Azkuna: El médico que reanimó Bilbao

Supo ganarse el cariño de la gran mayoría de ciudadanos de la villa, al margen de ideologías, y pasará a la historia como el alcalde que transformó la ciudad para adecuarla a los retos del siglo XXI

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La aparición de Iñaki Azkuna en cualquier acto público o inauguración de barrio desataba una especie de fervor popular que le hacía parecer, casi, casi, una estrella del rock. Los vecinos de la villa se acercaban a él para darle la mano, un abrazo, besos y para exponerle alguna queja o petición, a la que solía responder con alguna réplica rápida, avispada e ingeniosa. Algo menos suelto se mostraba cuando lo que le dirigían eran piropos -cuántos ha recibido de las vecinas de Bilbao-, pero los encajaba con una media sonrisa entre tímida y divertida. Y a todos dejaba contentos. Bueno, a todos no, porque cuando los espontáneos iban con intención de afearle algo públicamente y de malos modos, les replicaba también con la misma eficacia -pero con bastante menos cariño- que a sus fervientes seguidores. Vamos, que solía responder a todo bicho viviente... literalmente, porque en una ocasión recibió un corte de mangas de un oso de circo amaestrado y él, ni corto ni perezoso, le devolvió el gesto entre carcajadas.

A Azkuna hay que reconocerle que supo ganarse el cariño de la mayoría bilbaínos -muchos no nacionalistas-, pero también el de sus compañeros del Ayuntamiento. José Luis Sabas e Ibon Areso siempre fueron dos de sus grandes apoyos. Pero fuera de las filas de su partido también tuvo 'feeling' con otros políticos. Es de dominio público la buena relación que le unía al popular Antonio Basagoiti -estaba claro que pese a sus 'enganchadas' políticas se caían muy bien- y a la ex líder de Ezker Batua Julia Madrazo, de quien alabó su fidelidad como socia de Gobierno. También mantuvo una cordial relación con la Casa Real, especialmente con el Príncipe Felipe. No era hombre de disimular sus afectos, pero tampoco se molestaba en ocultar su falta de sintonía con algunas personas como el ex portavoz socialista Txema Oleaga, con quien tuvo en los plenos algunas de las broncas más duras.

Nacido en Durango el 14 de febrero de 1943, se doctoró en Medicina en la Universidad de Salamanca, y se especializó en Cardiología y Radiología. Tras una experiencia como docente en la Universidad del País Vasco, ejerció en el Hospital de Cruces hasta que se convirtió en director del centro en 1981. Un año después sus responsabilidades se incrementaron al ser nombrado director general de Osakidetza. Su siguiente paso le situó al frente de la Consejería de Sanidad del Gobierno vasco entre 1983 y 1987, año en que el este departamento pasó a manos de los socialistas en un Ejecutivo de coalición PNV-PSE encabezado por el lehendakari Josée Antonio Ardanza. Azkuna regresó entonces a Cruces como jefe del servicio de Radiología.

Pero el gusanillo de la política ya le había 'tocado' y su vuelta al mundo de la política no tardó demasiado en llegar. El propio Ardanza requirió sus servicios en 1989 para que sustituyera a Jon Azua como secretario general de la Presidencia. Ya en 1991 recuperó la cartera de Sanidad, que entonces incluía también Consumo. Ocho largos años permaneció en este cargo, siempre con el lehendakari Ardanza.

Pero su vida política no iba a seguir por esos derroteros. Al ser relevado Ardanza por Juan José Ibarretxe, el PNV le eligió como cabeza de lista a la Alcaldía de Bilbao en sustitución de Josu Ortuondo, que pasó al Parlamento Europeo. Así, en 1999 inició una andadura de cuatro legislaturas consecutivas que sirvió para culminar la transformación de la ciudad que había comenzado con su antecesor. Una tarea ardua a la que dedicó todos sus esfuerzos y que le valieron el reconocimiento de la ciudadanía -revalidado cada cuatro años en las urnas- y de foros nacionales e internacionales, donde el cambio radical de Bilbao ha sido -y sigue siendo- alabado y premiado

El segundo alcalde más duradero

Sus quince años como primer edil le convierten en el segundo alcalde que más tiempo ha pemanecido en el cargo en los dos últimos siglos. Sólo Joaquín Zuazagoitia Azcona, regidor entre 1942 y 1959, le supera. Nadie ha sido capaz de desbancarle. Desde luego, ningún oponente político le ha puesto en aprietos en la contienda por la Alcaldía. Pero es que, además, lejos de 'quemarse' con los años e ir perdiendo popularidad -el efecto de desgaste del poder suele ser implacable-, Azkuna logró el más difícil todavía: ganar votantes con el paso de los años. Así, en las tres primeras elecciones necesitó de los apoyos del pequeño partido fundado por José María Gorordo, EA y Ezker Batua sucesivamente. Pero en 2011, la última vez en la que se presentó a las urnas, logró la ansiada mayoría absoluta con 15 de los 29 concejales. Un resultado histórico.

A lo largo de todo este tiempo, la villa pasó de ser una ciudad industrial y gris con una ría maltratada y desaprovechada a una ciudad de servicios y referente mundial para otras urbes ansiosas por mirar al futuro de otra manera. El metro y el Guggenheim fueron el punto de partida para la transformación de Abandoibarra. Le siguieron el Euskalduna, la Torre Ibedrola, la biblioteca de Deusto, Zorrozaurre,los nuevos accesos a la villa por San Mamés y el nuevo estadio rojiblanco...Y todo este trabajo no sólo se tradujo en votos y en una ferviente admiración. También le sirvieron para ser elegido mejor alcalde del mundo en 2012, el punto álgido de su mandato y un epílogo de lujo a una gran carrera como regidor, que desempeño con ardor -también en sus broncas era apasionado y aplastante, como se pudo comprobar en algunos plenos- a pesar de que desde el arranque de su segundo mandato en 2003 ha tenido que compaginar el cargo con la lucha contra un cáncer de próstata que le en los últimos años le causó numerosos problemas y por cuyas secuelas tuvo que ser operado en Estados Unidos.

Lo hizo público el 28 de mayo de 2003, sólo dos días después de las elecciones municipales. “Pequeño problema”, lo llamó en una entrevista a EL CORREO. “Debo confesaros un problema personal. Me han confirmado que tengo un cáncer de próstata, lo cual quiere decir que o me operan o me tratan con radioterapia. He entrado ya entre los inmortales, como Giuliani, Mitterrand y compañía, pero fuera bromas, ahora tengo dos problemas: uno, la Alcaldía, a la cual me voy a dedicar estos cuatro años en cuerpo y alma; y otro, arreglar mi pequeño problema”. Por mucho que naciese en Durango, más de Bilbao no se puede ser.

Así que, con la habitual fuerza y valentía que había usado en su vida política y que le llevó a enfrentarse a algunos pesos pesados del propio PNV -formó parte de los "michelines” denostados por Arzalluz-, encaró la enfermedad sin dejar de trabajar. “He aceptado el golpe, soy buen fajador”, decía en la mencionada entrevista. “Pienso seguir dando la brasa”, remachaba siete años después, cuando dio a conocer que tenía que someterse a tratamientos periódicos para contener el tumor.

La muerte en 2012 de la que fue su esposa durante cuatro décadas, Anabella Domínguez, le dejó "vacío" y le hizo ver algo que ya sospechaba: el cariño de los ciudadanos. "Me ha emocionado la gente de Bilbao, de todo tipo y condición, que me ha arropado. Ha sido elegante y sincera", confesó en una entrevista a este periódico. Un fuerte golpe para Azkuna, cuya enfermedad iba avanzando por mucho que él intentase sobreponerse.

De hecho, Azkuna tuvo que pasar por el quirófano en mayo de 2013 para corregir unos problemas renales como consecuencia de sus anteriores tratamientos médicos para luchar contra su enfermedad. Poco después, en una nueva intervención, se le tuvo que extirpar un riñón, un nuevo contratiempo que el alcalde afrontó restándole importancia. Después de más de un mes de convalecencia, Azkuna reapareció en silla de ruedas el 14 de junio en la clausura del Foro Mundial de Alcaldes junto al Príncipe de Asturias y el lehendakari, Iñigo Urkullu.

A partir de ahí, el regidor hizo todo lo que pudo para seguir siendo el alcalde de todos acudiendo a los actos que le permitía su frágil estado de salud. Presidencia en los plenos, aunque no se quedaba hasta el final, actos tradicionales como el de Santo Tomás y recibimiento a algún visitante ilustre. Estuvo en primera línea de la actualidad municipal hasta que fue hospitalizado el pasado 22 de febrero en el servicio de urgencias del Hospital de Basurto, tras sufrir un pequeño desvanecimiento en un restaurante. Según indicaron fuentes del Ayuntamiento de Bilbao, el primer edil permaneció consciente en todo momento en el área de observación de Urgencias. Tras ser dado de alta, regresó a su domicilio y ya no volvió a aparecer públicamente. El agravamiento de su estado le impidió asistir al Foro Global España 2014 el pasado 4 de marzo, el último logro de su mandato de transcendencia mundial. Ante su ausencia, el propio Rey don Juan Carlos le fue a visitar a su hogar para interesarse por su salud y poder saludarle. Muchos interpretaron ese gesto de deferencia del monarca hacia su anfitrión como una velada despedida.

Finalmente, de sus dos luchas -la pública, centrada de hacer de Bilbao una ciudad mejor, y la privada, superar la enfermedad- sólo ha podido ganar la primera el elegido mejor alcalde del mundo. Un título que los bilbaínos ya le habían otorgado hace mucho tiempo.