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El Madrid se deja su racha en Moscú

El CSKA fue muy superior a un conjunto blanco que estuvo laxo en defensa, espeso en ataque y especialmente flojo bajo los aros

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Punto y seguido. El CSKA puso fin a la racha impoluta de victorias que había acompañado al Real Madrid desde que comenzó la temporada. Han sido 31 partidos en los que nadie pudo batir a los de Pablo Laso y en los que los blancos se han convertido en el equipo más temido de España y de Europa, no sólo por sus resultados, también por su juego. Comentaba el vitoriano antes del choque que no había trabajado con sus hombres para prepararlos para el momento en que llegara el primer traspiés, pero sabía que tarde o temprano debía llegar. Lo mejor de la vorágine de partidos a la que obliga la sucesión de jornadas de ACB y Euroliga es que, como bien explicó técnico merengue, «el calendario no permite pensar en cómo digerir un tropiezo o un triunfo». Toca mirar adelante.

No hay lecturas positivas en la derrota. Aquello de que por fin los jugadores se quitarán la presión de prolongar los récords; de que más vale perder ahora que más adelante, cuando lleguen los partidos importantes; eso de que los rivales salen extramotivados para ser los primeros en superar al invicto y ya no será así. Nada vale. No hay mayor placer que la victoria. Engancha. No existe un deportista que quiera perder pero, si toca, lo mejor es hacerlo siendo fiel a un estilo. Y el Madrid el jueves no lo hizo.

Falló con estrépito en algunos de sus puntos fuertes en un mal momento y fue inferior a un rival temible en un escenario poco propicio. Nada más. Nada menos.

El CSKA es el mayor presupuesto de la Euroliga y cuenta con una plantilla muy poderosa, repleta de estrellas. Krstic, Khryapa, Kaun, Teodosic, Fridzon,... y, al mando, Ettore Messina, el ex del que se esperaba todo y que no dejó nada antes de salir por la puerta de atrás sin finalizar su trabajo. Era el duelo más exigente de la campaña, el combate que todos apuntan como la previsible final del máximo torneo continental. Pero no deja de ser un partido más (eso sí , con mucha historia -catorce títulos entre los dos-) en el que eran los locales los que más tenían que perder, tras caer ante el Partizán en la jornada anterior. El Madrid sale con sus opciones intactas y el orgullo herido. Buena mezcla para encontrar motivación en el futuro para el flojo nivel mostrado.

El Megasport Arena no era precisamente la cancha ideal para relajarse. Los precedentes eran evidentemente desfavorables al conjunto blanco. Ningún rival ha hecho doblar tanto la rodilla al Madrid como lo ha hecho el CSKA. En los 36 enfrentamientos previos la victoria cayó del lado del antiguo ‘equipo del Ejército Rojo’ en 23 ocasiones por sólo 12 de los españoles (hubo un empate por el camino). Especialmente mal les habían ido las cosas a los merengues cuando tuvieron que desplazarse hasta Moscú. Por lo general, el cuadro merengue se había quedado helado en sus viajes a la capital rusa para enfrentarse a uno de sus enemigos íntimos y había caído en 15 de las 19 visitas anteriores. Ya son 16.

Pese a las advertencias previas de Laso -“son muy físicos, tienen mucha capacidad de anotación y juegan en su campo”-, a los blancos les faltó tensión competitiva y no aprovecharon las supuestas pérdidas de concentración que impiden al CSKA romper los encuentros. Los blancos estuvieron laxos en defensa, espesos en ataque y especialmente flojos bajo los aros.

Los primeros diez minutos fueron los peores del año. Los postes moscovitas se hartaron de anotar de cerca y de lejos -Krstic acabó con 18 puntos y el sorprendente Vorontsevich con 14- y la defensa local se imponía a la ofensiva madridista, que no encontraba huecos ante las constantes ayudas del adversario. Ante rivales de menos calidad, al campeón español le basta con aguantar el mal momento y esperar hasta que llegue la fase de inspiración. En Moscú, por el contrario, la losa se fue haciendo cada vez más pesada y la distancia se fue ampliando hasta llegar a alcanzar los 19 puntos.

Pero este Madrid tiene carácter y se fue recomponiendo poco a poco mientras recuperaba sus opciones de éxito. Tocaba el día malo y, en estas circunstancias, era importante retornar a la esencia del juego que había permitido alcanzar los 31 triunfos, y por momentos se recuperó de la mano del omnipresente Sergio Rodríguez. Y se volvió a escapar en el último cuarto ante la aparente indiferencia de los visitantes y la euforia de los normalmente poco expresivos rusos. Es lo que tiene enfrentarse a un rival al que se respeta hasta el miedo. Pero ese rival apenas asustó un poco antes de volverse a esconder tras la puerta.

Casi se salva Sergio Rodríguez de una quema que debe resultar purificadora para el futuro. Hasta que el base decidió encararse y unir su cabeza con la de Teodosic y, en un mal gesto (nada que ver con la supuesta agresión que fingió el serbio), afeó su actuación. Bourousis acabó por dejar la imagen de un Madrid mal perdedor al despertar viejas rencillas con Krstic, el pívot que le abrió la cabeza con una silla hace ya algunos años y que el jueves se centró en mostrar su cara más dominante, su mejor versión y atacarle en el orgullo, donde más le duele al griego. Es lo que tiene un mal día. Pero sólo fue un partido más, una derrota para la historia y una lección que aprender.