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El escándalo del ciberespionaje. ¿Quién es quién?

El 'topo' Edward Snowden, el bloguero Glenn Greenwald y la bailarina Lindsay Mills son tres de los ejes de una trama con cabos sueltos

MADRID Actualizado: Guardar
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Dos años después de que WikiLeaks pusiese al descubierto los secretos de la diplomacia estadounidense, otra filtración ha sacado los colores al Gobierno estadounidense. Si en aquel caso el 'topo' fue un analista de inteligencia, Bradley Manning, a quienes funcionarios del Gobierno han descrito como un ser "deprimido", "ansioso", "preso a veces de ataques de pánico", en esta ocasión el protagonista ha sido un joven informático que trabajó para la Agencia Nacional de Inteligencia (CIA) y para la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). Pero Edward Snowden, quien actualmente se encuentra en paradero desconocido tras abandonar el hotel Mira de Hong Kong, desde el que confesó al mundo la autoría de las revelaciones sobre la existencia de dos programas de espionaje que permiten consultar a diario registros de llamadas en EE UU y extraer información de servidores de gigantes de internet para vigilar a sospechosos de terrorismo, no es el único actor del proceso, aunque sí la figura fundamental del mismo. Estos son, por ahora, los sujetos implicados en el vendaval que ha puesto contra las cuerdas a la Administración Obama.

Edward Snowden, ingeniero informático. Es el último de una estirpe que tuvo en Daniel Ellsberg, el analista militar que en 1971 filtró primero a 'The New York Times' y después a 'The Washington Post' los llamados 'Papeles del Pentágono', que ponían al descubierto los secretos de la implicación militar estadounidense en la guerra de Vietnam, a su primer gran referente. A sus 29 años, puede presumir, pese a carecer de estudios universitarios, de haber trabajado para los dos principales organismos de la Inteligencia norteamericana, la CIA y la NSA. Se alistó en el Ejército en 2003 pero apenas permaneció en él cinco meses. Se rompió las piernas en un ejercicio de instrucción, por lo que tuvo que regresar a la vida civil. Consiguió un trabajo como guardia en la Agencia Nacional de Seguridad. Sus dotes para la programación le convirtieron, sin embargo, en una pieza valiosa para el entramado del espionaje estadounidense. Trabajó en Ginebra para la CIA en calidad de responsable de la seguridad de los asuntos diplomáticos, lo que le dio acceso a información clasificada. Hasta hace unos días trabajaba para la empresa Booz Allen Hamilton, una contratista de la NSA que le pagaba unos 120.000 dólares anuales, lo que le permitía disfrutar de una vida acomodada en Hawai a la que renunció al revelar a 'The Guardian' y 'The Washington Post' la vigilancia de las comunicaciones digitales y telefónicas de millones de personas por parte del Gobierno de EE UU.

Glenn Greenwald, bloguero. Abogado especialista en derechos civiles y autor de varios libros que zarandeaban a la Administración Bush, fue la 'mano amiga' con que se topó Snowden para materializar su propósito de sacar a la luz los programas de ciberespionaje que con tanto secreto llevaba a cabo el Gobierno estadounidense. Contratado por el diario 'The Guardian' en 2012, escuchó las confidencias del 'topo' y, junto a un periodista de 'The Washington Post', canalizó la información que éste le proporcionaba y la puso a disposición de los lectores del rotativo británico. Puede que fuese precisamente su apoyo a otro 'topo', Bradley Manning, de quien dijo que se merecía una medalla por la filtración de miles de documentos a WikiLeaks, lo que llevase a Snowden a confiar en este periodista que ha alertado del "clima de terror" que, a su juicio, trata de establecer Estados Unidos para disuadir a quienes osen revelar sus secretos más oscuros.

Lindsay Mills, bailarina y striper. Es otra de las damnificadas de la acción de Snowden. Hasta el pasado 20 de mayo, disfrutaba de los paradisíacos paisajes hawaianos en compañía de su novio. Le había dicho que quería pasar toda su vida con ella, según han relatado familiares de la joven al diario 'Daily Mail'. Pero a Snowden le pudo más su compromiso en pro de la privacidad de los ciudadanos, por lo que decidió abandonarla para poner al descubierto la trama de ciberespionaje. Desde entonces, Mills llora la marcha del hombre con quien vislumbraba un futuro lleno de amor.