TENSIÓN EN LA REGIÓN

Siria, ¿qué hacer?

La 'Conferencia de paz en Ginebra', la que parece que contará con la presencia del régimen de Damasco, abre un nuevo escenario para solucionar el conflicto

MADRID Actualizado: Guardar
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No es seguro del todo, pero parece más que probable, que finalmente habrá hacia mediados de junio una esperada 'Conferencia de paz en Ginebra' con la esperanza de parar la guerra y proveer un desenlace político pactado por los actores del drama. El gobierno sirio, por fin, confirmó esta tarde por boca de su ministro de Exteriores que “en principio acudirá”.

En el momento de distribuir esta nota, la oposición mantiene interminables conversaciones en Estambul, tras haberse reunido en Madrid y Amman y no ha comunicado su decisión. La “Coalición Nacional” agrupa a diversos movimientos y tendencias y sus patrocinadores saudíes y qataríes están presionando para que amplíe en 30 miembros su composición, lo que está complicando su reorganización. Por otra parte, los reunidos en Estambul habrán recibido con disgusto lo que parece segura recuperación por el régimen y su aliado shií libanés, “Hizbollah” de la estratégica ciudad fronteriza de Qussayr.

Tal vez la rebelión apure hasta el último minuto el plazo que se ha dado de hecho para reforzar sus filas, dotarlas de más coherencia (con el anuncio de la formación de un “gobierno” que gestionará las áreas liberadas y presidirá Ghassan Hito). Tal plazo es, de hecho, mañana lunes porque según se hizo saber hoy se reunirán en París los ministros de Exteriores americano y ruso, John Kerry y Serguei Lavrov, copatrocinadores de la conferencia.

La posición de Washington

Los norteamericanos, alineados con la oposición armada (a condición de que sea depurada sin duda de sus factores islamistas radicales) propusieron la conferencia sin mucha fe y, de hecho, como un mecanismo que cumple dos objetivos: a) enviar un mensaje a Moscú de que entiende sus intereses estratégicos en la zona y no actúa para desplazarle de una de sus clásicas áreas de influencia; b) enfriar con medios diplomáticos el tono muy pro-intervención de aliados como Gran Bretaña y Francia.

De hecho, Kerry ha aceptado que el presidente Assad siga en el poder mientras se estudia un eventual arreglo político… porque así está en los llamados “principios de Ginebra” puestos a punto hace un año por el entonces mediador de la ONU, Kofi Annan. Y así se lo explicó Obama a otro de los actores centrales de la crisis, el primer ministro turco, Racip Tayyip Erdogan, quien ayer mismo en Reyhanli pronunció un discurso de rara animosidad contra Assad que “pronto, con la ayuda de Dios, habrá sido depuesto por las fuerzas de la oposición”.

La evaluación del conflicto por las potencias ha cambiado considerablemente en las últimas semanas. No es ya seguro que el gran argumento de marzo y abril (el auge de la presencia yihadista, incluidos afiliados a al-Qaeda en las filas de la rebelión armada) sea ahora decisivo. La razón es que, en caso de proceder con voluntad política a armar a los insurgentes sería fácil y seguro entregar armas a las facciones seguras que, por lo demás, reciben ya entrenamiento militar en países árabes, sobre todo Jordania.

Las guerras y "esta guerra"

Lo decisivo parece, a estar alturas, que el presidente Obama y su equipo de seguridad ven la guerra con la luz que iluminó el importantísimo mensaje del presidente del jueves pasado en el que pidió, sencillamente, que “esta guerra (la “war on terror” según la definición acuñada por el gobierno Bush) termine, como todas”. Washington mantendrá, claro está, su firme política anti-terrorista pero la herramienta militar será solo el último recurso.

En Londres y París han advertido hasta qué punto la reevaluación del pensamiento estratégico en Washington, también presionado por consideraciones económicas, influye en la valoración de la crisis en curso. Assad es detestable para el gobierno norteamericano, pero su régimen era todo menos terrorista y, de hecho, entre sus adversarios más temibles están los yihadistas incorporados a las filas opositoras con fuerza y determinación.

La teoría del cambio de régimen invocando su condición no democrática no está de moda en Washington desde que terminó la guerra de Iraq y cuando el gobierno solo administra su plan de retirada en Afganistán para finales del año próximo. Se advirtió ya un perfil bajo en la crisis de Libia, donde Washington contribuyó con información táctica y ciertos medios, pero no disparó un tiro y dejó que los socios franco-británicos hicieran el trabajo principal con la activa cooperación de Qatar. Entonces, además, había luz verde del Consejo de Seguridad de la ONU (la resolución 1973) que ahora no está por la labor…