Fútbol

La regeneración francesa

Deschamps organiza un grupo compacto y sin estridencias con Valbuena como estandarte y Benzema como delantero habitual

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La espiral autodestructiva de la selección francesa reventó el 20 de junio de 2010. El equipo que había brillado con su primer triunfo mundial en 1998 y el subcampeonato en 2006 completó en el invierno sudafricano un agujero negro que derribó sus ilusiones, solidez y apoyo de los aficionados. El detonante de aquel domingo fue la expulsión de Nicolás Anelka por su discusión con el seleccionador Raymond Domenech en el descanso de un partido. «Vete a tomar por culo, sucio hijo de puta», vociferó el delantero a su entrenador, según 'L'Equipe'. El atacante fue expulsado de la concentración y los futbolistas se negaron a entrenar en solidaridad con su compañero. Se sucedieron los enfrentamientos entre jugadores, las críticas a gran escala desde Francia, y una derrota sonrojante ante Sudáfrica repartió la correspondiente eliminación en la primera ronda.

El pasado Mundial supuso el punto más bajo de los últimos tiempos de la selección francesa. Ninguno de los internacionales repitió en la siguiente convocatoria, la federación castigó con una sanción de 18 partidos a Anelka por su comportamiento, Domenech vio la puerta de salida y se airearon las discusiones de poder de un vestuario en el que la figura de Zinedine Zidane todavía empleaba su cetro de poder.

El estallido obligó a una nueva filosofía regeneradora. Laurent Blanc tomó las riendas y trató de formar un nuevo grupo con diferentes actitudes y un par de nuevos ingredientes. El antiguo central revitalizó a los 'bleus' hasta que abandonó en 2012. La falta de respuesta de un equipo gris y apocado ante España en los cuartos de final de la Eurocopa provocó la renuncia del exfutbolista para renovar su contrato.

La apuesta actual es Didier Deschamps , exjugador de prestigio y con una brillante carrera internacional en el césped que había sumado seis títulos en tres años como entrenador del Olympique de Marsella. Ordenado, contundente y directo, el nuevo seleccionador trasladó sus características como futbolista al grupo francés. «Ya no se pueden permitir el mínimo error», avisó en su primera rueda de prensa.

Desde entonces el antiguo capitán 'bleu' ha propuesto un conjunto «que controle y se imponga al adversario», aunque resignado por la desventaja de la falta de liderazgo y veteranía que en tiempos anteriores imponía él mismo sobre el terreno de juego. Pero lejos de recurrir a los más antiguos del lugar, el preparador ha apuntado a la dirección contraria: incorporación de jugadores jóvenes y la apuesta por Ribéry y Benzema para que ejerzan de cabecillas en el grupo.

La receta ha funcionado a pesar de las dudas iniciales. Desde la sombría victoria inicial en Finlandia y del desangelado triunfo ante Bielorrusia el ánimo de los seguidores ha mutado de manera radical. Si el Estadio de Francia vivió una de las cinco peores entradas de su historia en el duelo contra los exsoviéticos, para la visita de España seis meses después los aficionados se han multiplicado en la compra las entradas.

Valbuena, el mejor ejemplo

El éxito del cambio se explica por la flexibilidad de Deschamps , quien organiza sus piezas en función del rival. «No jugamos igual contra Georgia que contra España», reconoce el técnico. Pero no hay estrellas sin compromiso. Mathieu Valbuena es su paradigma. El jugador con raíces españolas ha emergido como el capitán que reclamaba el seleccionador. El centrocampista se ha labrado un puesto predominante por su personalidad y por su aportación a un fútbol de ataque. Su visión y oportunidad en el área son un oasis en un conjunto al que no le sobran los goles. Porque la principal virtud de Deschamps ha sido la eficacia por obligación. Su delantero habitual es Karim Benzema, quien suma 930 minutos sin anotar y ya ha escuchado los silbidos de desaprobación de sus aficionados. Sin embargo, el atacante de origen argelino no plantea ninguna duda al técnico de Bayona, quien le otorga el puesto de única referencia en la delantera salvo cuando elige a Giroud como acompañante para atacar a rivales inferiores. El otro puntal de Deschamps es el guardameta Lloris -también presente en el Mundial de 2010-, ya que además de su creciente experiencia ha logrado equilibrar sus fallos de concentración con aciertos como el penalti que detuvo a Cesc Fàbregas en el empate cosechado en el Vicente Calderón.

En definitiva, Deschamps ha labrado una selección francesa más fiable y competitiva a pesar de su escasa brillantez. Ha logrado que las propias limitaciones se conviertan en virtud. Valbuena, quien ya formó parte del equipo de 2010, recuerda que en Sudáfrica presentaron el grupo más potente de su carrera y uno de los mejores conjuntos de aquel Mundial al tiempo que contrapone sus nuevas fortalezas: «Vemos a un equipo solidario de verdad, en el que jugamos los unos por los otros, con una meta común».

De hecho, la situación ha cambiado de manera provechosa en tres años. Desde la discreción y el mando de Deschamps el mal ambiente y la desconfianza han desaparecido al otear una plaza para Brasil 2014. No obstante, aquella huelga de Sudáfrica todavía es un recuerdo que marca el camino a los seis que todavía permanecen en el equipo (Lloris, Mandanda, Evra, Clichy, Ribéry y Valbuena). «No estoy seguro de que, en la misma situación, volviésemos a hacer la misma tontería», sentencia Valbuena. Su ejemplo simboliza el éxito de la regeneración francesa.