Messi. / Vídeo: Europa Press
Fútbol | Liga de Campeones

El gran Barça ya tiene su remontada

Liderados por Messi, los azulgrana someten al Milan y se meten en cuartos tras un partidazo

BARCELONA Actualizado: Guardar
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No hay nada más peligroso que un león herido que se siente acorralado. Si encima le atacan y se pone en duda su fiereza, responde con cuatro zarpazos que son mortales. La generación más exitosa de la historia de Barça, la que lo ha ganado todo, haciendo un fútbol de dibujos animados, necesitaba una gran noche europea en su estadio, darse un festín redentor que le reconciliara con su leyenda y prolongara el ciclo triunfal. A las míticas jornadas de Ipswich Town, Anderlecht, Goteborg, Dinamo de Kiev o Chelsea, el barcelonismo añadió este martes la del Milan. La del 4-0 al conjunto lombardo, un noche épica y a la vez estética, donde al Barça le salió todo bien, donde puso actitud, empeño, acierto y dejó en una anécdota el 2-0 de la ida, que parecía a priori una ventaja inmensa, un Alpe d’Huez infranqueable, pero que los azulgrana se merendaron con menos sufrimiento del esperado.

El Barça de Tito obró el milagro y, aunque últimamente había dado señales de debilitamiento, recuperó su magia, la presión que le ha dado la gloria y tiró del que siempre se ha lucido en las grande citas, Messi, que firmó dos golazos en 40 minutos que voltearon la eliminatoria en un abrir y cerrar de ojos. Messi, como Cruyff, Krankl, Artola, Bakero, Rivaldo o Pichi Alonso, ya tiene su lugar en el museo de las remontadas del club.

El partido empezó tal y como deseaba el Barça: salida fulgurante, asfixia del rival, juego vibrante, eléctrico y un gol tempranero, en el minuto 4, que metió un miedo tremendo al Milan. Todo lo que se le pedía al equipo, lo desplegó en el arranque. La actitud y la presión eran las adecuadas y el Barça se parecía al que le metió seis al Madrid, cuatro al Bayern en media hora, o el equipo mágico de las finales de Roma y Wembley.

El cuadro catalán saltó muy centrado, intimidando a la escuadra italiana, que no era capaz de pasar del centro del campo ante el despliegue físico de los azulgrana. Media hora inicial muy intensa. Pero poco a poco, el Barça fue bajando el ritmo. Los centrocampistas ya no llegaban a la presión y se empezaba a estirar el partido. El Shaarawy se dejaba caer a la banda y desde ahí, aprovechando que Alves jugó muy adelantado, amagaba con hacer daño.

En el minuto 38 se dilucidó media eliminatoria. El Barça cogía aire tras un arranque demoledor, cuando Niang se presentó solo ante Valdés, y estrelló la pelota al palo. Susto monumental, que se quedó en eso, ya que en la jugada siguiente, Messi decidió que había que dejar la eliminatoria patas arriba. Cuando mejor estaba el Milan, el Barça hizo el segundo y completó una primera parte que salió a pedir de boca: cualquier culé hubiera firmado antes del partido acabar los primeros 45 minutos con un esperanzador 2-0.

Juego e intensidad

Lo hizo con juego, intensidad y, finalmente, con una defensa de cuatro. Tito, a diferencia de Guardiola, no es muy amigo de la línea de tres defensas, a pesar de que la ocasión merecía arriesgar e invitaba a quemar todas las naves. El 2-0 de la ida obligaba a tomar riesgos y el Barça salió a por todas desde el pitido inicial. Adelantó las líneas hasta la asfixia del rival y, con Xavi, Busquets e Iniesta en la creación, y Villa, Pedro y Messi en el ataque, desplegó su juego, un fútbol total que dejó muy pequeño al Milan. Aunque no es la mejor versión, ni mucho menos, de los grandes equipos que ha tenido la escuadra ‘rossonera’, el Milan estuvo en la eliminatoria casi todo el partido, pero el 4-3-3, con Niang, Boateng y El Shaarawy fue inoperante. Escasa llegada y poco fútbol para un equipo que tiene una sala de trofeos tan imponente.

En la segunda mitad, el equipo de Allegri salió menos conservador. De alguna manera, llegó a la conclusión de que si no metía un gol, estaba fuera. Los centrales adelantaron la presión, movieron la línea de atrás y arriesgaron un poco más. Pero Messi observaba de reojo. Y también Mascherano, que lanzó la presión hasta casi la línea medular del Milan, lo que permitió al Barça recuperar rápido y desarbolar en seguida la defensa italiana. Villa recibió solo y no perdonó. Quedaba más de una hora, y el Barça ya había hecho los deberes. El Milan estaba más ambicioso, pero el gol de Villa le hizo mucho daño. Impotente e incapaz de salir desde la cueva, tiró de orgullo para buscar el gol que les daba el pase. No era su noche. Los italianos se tiraron con todo y cuando estaban lanzados, Jordi Alba, cazó una contra y puso la guinda. Fiesta total en el Camp Nou, que está vez sí, animó los 90 minutos y se desgañitó con un equipo que es de leyenda.