INESTABILIDAD EN LA REGIÓN

La renuncia del primer ministro

La decisión no deja de ser sorprendente, porque a pesar de haber reconocido su fracaso con la apuesta tecnócrata, dijo que iba a recurrir a otra fórmula

MADRID Actualizado: Guardar
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La dimisión del jefe del jefe de gobierno tunecino, Hamadi Jebali, es en cierto modo una sorpresa porque todavía ayer, tras reconocer que habría fracasado su conocido proyecto de formar un gabinete de tecnócratas para seguir adelante, dijo que había más o menos acordado con el resto de partidos con representación parlamentaria recurrir a otra fórmula que no detalló.

Un comentario de Rachid Ghanuchi acerca de la posibilidad de una especie de fórmula mixta (con técnicos y personalidades de los partidos) parecía bien encarrilada, pero hoy el esfuerzo se ha venido abajo. Ghannuchi es nada menos que el líder del partido Al-Nahda, el principal del país y cuyo secretario general es… el propio primer ministro dimisionario.

El jefe de gobierno se vio desautorizado por su propia gente en cuanto mencionó un gobierno apolítico como mejor medio de enfrentarse a la tensión social inherente al asesinato del político laico-radical Benaid Chokri el pasado día siete. De hecho, como anotaron en seguida los observadores políticos locales, Jebali actuó demasiado por su cuenta y al día siguiente de su anuncio se encontró con la desautorización de la ejecutiva de al-Nahda, que reivindicó su derecho a formar todo gobierno en cuanto que partido mayoritario.

El papel de Ghanuchi

El jefe político y fundador del partido islamista, que estaba fuera del país el día del asesinato, volvió a toda prisa y solo su autoridad y su condición de centrista entre las diversas corrientes pudieron evitar la renuncia de Jebali. Sus socios de gobierno parecían divididos y mientras unos mencionaron la posibilidad de dejar la coalición sin más otros aprobaron seguir en el gobierno para no acrecentar la impresión de vacío y perplejidad creada por el asesinato.

Lo sucedido tiene un desenlace previsible, técnico y de normalidad si el presidente de la República, el respetado Monsef Marsuki, procede como entiende la previsión constitucional y encarga al partido que pueda hacerlo (es decir, a al-Nahda) la constitución de otro ejecutivo y esto es un hecho rápido. Pero lo probable es que no sea ni rápido ni fácil porque los equilibrios que hicieron posible la coalición y la elección de la Asamblea que está elaborando una Constitución de consenso, se han roto o están deteriorados y el escenario psicológica y políticamente, muy alterado.

Hay fuerzas laicas y liberales de centro, socios de al-Nahda en el gobierno junto al social-demócrata “Ettakatol” (“Foro Democrático”) que parecen preferir ahora la salida del ejecutivo, lo que hará aún más precaria la situación y podría mover al jefe del Estado a solicitar, con el acuerdo de los partidos, la constitución de un gabinete de gestión con tecnócratas competentes (que no faltan en Túnez, como se probó tras la caída de Ben Alí) y promover elecciones anticipadas un poco más deprisa de lo previsto. Lo sucedido es, en todo caso, un dato más que añadir al deterioro de la situación que solo podría corregir en buena medida la detención de los autores del asesinato de Chokri y sus mentores políticos.