NATURALEZA

A la greña por el lobo en Castilla y León

Crece, avanza, se envalentona. Cada vez hay más, y quien paga su crecimiento, quien alimenta a los lobeznos, es el ganadero

VALLADOLID Actualizado: Guardar
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"O el lobo, o nosotros", gritan los ganaderos. "Protegamos al lobo", enfatizan los ecologistas. La eterna dicotomía del lobo bueno y el lobo malo está cada vez más viva en Castilla y León. La expansión de una especie inteligente y con gran capacidad de adaptación consigue que en la región española con más población de lupus lupi, unos lo tilden de plaga y otros de especie en peligro. Mientras los ataques al ganado se suceden con regularidad, el Duero hace de frontera administrativa -al norte del curso se caza; al sur, no-, y los que unos reclaman, los otros rechazan.

¿Y cual es la realidad? ¿El lobo está en peligro o en expansión?. Nunca habrá acuerdo. Pero hace unos días, en la localidad palentina de Villamediana, después de una espera autorizada de jabalí, mandé a Kabul, mi teckel, a seguir el rastro de un cochino herido. Era de noche. Le activé el GPS del collar y le solté en el monte. Pilló el rastro rápido y allá que se fue. En silencio, pero raudo. Y a 400 metros, un chillido y el silencio. Y la señal del GPS que se mueve. 300 metros a la derecha. Vamos. Y otro movimiento. 400 a la izquierda. Vamos de nuevo. Y otro cambio. Y otro. Al cabo de media hora, la luz se queda fija. Kabul está a 800 metros hacia nuestra derecha, un poco hacia el norte. O eso dice al menos la señal. Vamos. La luz está fija. Que raro. Llegamos. En un claro entre las carrascas se adivina una mancha blanca. Es Kabul. Su esqueleto. Solo queda el emisor del GPS y los huesos. Una manda de lobos lo ha devorado. Poco les importó sentirnos cerca: tenían hambre.Y el pobre Kabul se cruzó en su camino.

La historia es real, no es producto de ninguna imaginación desbocada. El lobo crece, avanza, se envalentona. Cada vez hay más, y quien paga su crecimiento, quien alimenta a los lobeznos, es el ganadero. Quizá todo se arreglaría autorizando que la carroña de los reses muertas volviera a los muladares, como se hizo siempre. Y con comida, el lobo se tranquiliza. Pero Bruselas no quiere ni oir hablar de eso. Las vacas locas aún pesan en la conciencia de los burócratas. Y la intransigencia la paga el lobo, y los ganaderos, y los ecologistas. Y todos.