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Medio siglo en la defensa de los derechos humanos

Amnistía Internacional cumple 50 años de existencia recordando que "el mundo puede cambiar, pero no solo"

MADRID Actualizado: Guardar
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En 1961 dos jóvenes portugueses fueron encarcelados por el simple hecho de brindar en público con unas copas de vino por la libertad. El férreo régimen dictatorial de Antonio de Oliveira de Salazar no lo dudó y los envío de inmediato a la cárcel acusados de un delito de traición. No esperaba el régimen luso que su decisión fuese a significar condena alguna en un mundo en el que apenas nueve países habían abolido la pena de muerte y las torturas eran una práctica habitual a lo largo y ancho del planeta. Pero Salazar se equivocó.

Indignado por el encarcelamiento de los dos jóvenes lusos, el abogado británico Peter Benenson escribió un artículo que, sin tener conciencia de ello, ayudaría a cambiar el mundo. 'Los presos olvidados', publicado en el periódico 'The Observer', sirvió de embrión de un movimiento en defensa de los derechos humanos que, tras nacer gracias al empeño de un minúsculo grupo de voluntarios londinenses, consiguió en apenas diez años extenderse hasta contar con 850 delegaciones en 27 países, incluidos algunos situados al otro lado del Telón de Acero, como Checoslovaquia o Alemania Oriental. El éxito puede explicarse en parte por la simplicidad de su objetivo: defender los derechos humanos en todos y cada uno de los países del mundo.

Durante sus 50 años de vida, Amnistía Internacional ha denunciado abusos y atrocidades contra las personas, ha sido la voz de los sin voz y se ha mantenido siempre en guardia contra el abuso de poder y la impunidad. Ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1977, esta organización cuenta con una absoluta independencia económica que le permite mantenerse al margen de las subvenciones estatales, tiene registrados más de tres millones de simpatizantes adscritos en 150 países y dispone de un presupuesto anual superior a los 200 millones de euros fruto de donaciones altruistas.

"Ojalá desaparezcamos"

"No habría un éxito mayor para Amnistía Internacional que desaparecer". Estas palabras formuladas por el presidente de AI en España, Alfonso López, expresan un sueño que está lejos de cumplirse. Se cumplirá, explicó López, cuando no haga falta que nadie tenga que vigilar la defensa de los derechos fundamentales porque nadie dudará en atacarlos.

Queda mucho camino por recorrer, pero ello no ensombrece el que a lo largo de 50 años se hayan dado pasos inimaginables antes de que aquellos dos jóvenes portugueses brindaran por la libertad. A día de hoy, la pena de muerte está abolida o no se aplica en 139 países, la práctica de la tortura está condenada por la sociedad internacional, varios criminales de guerra han tenido que rendir cuentas ante el Tribunal Penal Internacional y se han rubricado más de 100 tratados reafirmando la defensa y protección de los derechos humanos.

Pese a los logros conseguidos, Amnistía Internacional no se conforma. "Aún restan algunas decenas de países en el mundo que aplican la pena de muerte y que en sus presupuestos generales aún incluyen un apartado para pagar a los verdugos", denuncia el director de AI en España, Esteban Beltrán. Igualdad de género y desaparición de la discriminación, libertad de expresión, accesos a vivienda, salud, educación, salud... Los responsables de AI recordaban que todavía quedan muchas batallas por ganar: "50 años de activismo nos han enseñado que el mundo puede cambiar, pero que no va cambiar solo. Cuando las personas corrientes nos unimos en una acción común podemos enfrentarnos a las injusticas y lograr cosas extraordinarias".