debate sucesorio

Chacón, un paso atrás para tomar impulso

La ministra de Defensa no renuncia a dar la batalla más pronto que tarde pese a que sus almas española y catalanista lastran sus aspiraciones

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Carme Chacón dio ayer un paso atrás pero en absoluto para esconderse, nada más lejos de sus intenciones. Se trata de una marcha atrás para tomar impulso en su carrera, al decir de quienes presumen de conocerla bien. La ministra de Defensa se retira ahora a sus cuarteles de invierno aunque no va a renunciar a dar la batalla más pronto que tarde por el liderazgo de los socialistas.

Ese es su objetivo como dejó claro en la exposición de las razones en las que sustentaba su candidatura a las primarias antes de retirarla. Desgranó todo un programa de regeneración de su partido, algo que no hace quien solo aspira a competir. Era un proyecto político para mandar.

Pasó por un trago similar en 2004, cuando tras la primera victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones generales no fue llamada a formar parte del Gobierno y tuvo que resignarse a calentar el asiento de vicepresidenta del Congreso pese a que estaba en casi todas las quinielas para hacerse con una cartera. Como diputada, desplegó una contundente oposición a los planes educativos de Pilar del Castillo, la última ministra del ramo del Gobierno de José María Aznar. Aquella labor hizo pensar a muchos que estaba llamada a más altas responsabilidades. "Aún soy joven", decía entre resignada y esperanzada a quienes intentaban hurgar en sus sentimientos.

Sabía que su momento estaba por llegar. 'Zapaterista' confesa, aunque no era pata negra de la primera hornada, se sentía con la suficiente preparación para escalar por las paredes del poder. Su momento llegó en 2007, Zapatero le asignó la cartera de Vivienda, un departamento menor pero ya estaba dentro del gobierno. Apenas un año después asumió el Ministerio de Defensa, aquello ya eran palabras mayores y con el dato nada desdeñable, por su carga de simbolismo, de ser la primera mujer a la que todos los militares debían rendir honores. Y por si alguien no había reparado en su condición femenina, tomó posesión del cargo con un rotundo embarazo.

Ya estaba en la carrera. El presidente del Gobierno no escondía sus preferencias por ella. Alguien dijo que era "la niña de Zapatero" y la gracia hizo fortuna para cabreo de la interesada.

Pero enfado arriba, enfado abajo, era la candidata natural al relevo, según coincidían en apreciar socialistas de todos los pelajes. Había culminado un nuevo tramo del trayecto que comenzó allá por 1987, cuando con 16 años se afilió a las Juventudes Socialistas en el Baix Llobregat barcelonés. Tras acabar Derecho se fue un año a Canadá a preparar su tesis doctoral. El tema, el federalismo, ya indicaba hacia donde apuntaba. Al regreso, fue concejal de Esplugues de Llobregat y de allí saltó al palacio de la carrera de San Jerónimo en Madrid en 2000. Con 29 años era diputada. Su jefe, Zapatero, lo fue con 26.

Dos sombreros

El secretario general del PSC, José Montilla, su mentor, encargó a la joven parlamentaria que se enterara quiénes eran y qué planteaban aquella tropa de treintañeros que se movían en torno a un tal José Luis Rodríguez Zapatero. Se acercó a los de Nueva Vía, se implicó y ya no se despegó. Un compromiso que le traería serias complicaciones más adelante.

Con el corazón partido, no por su cardiopatía congénita, sino porque tuvo que repartir sus fidelidades políticas entre el PSC, donde se formó y de cuya ejecutiva forma parte, y el PSOE, donde eclosionó y a cuya dirección también pertenece. Esta vida con dos sombreros se convirtió en un ancla para sus aspiraciones. Muchos socialistas de la calle Ferraz y otros puntos de España veían en ella un submarino catalanista, pero otros compañeros de la barcelonesa calle Nicaragua, los 'maragallistas', miraban de reojo a la charnega conversa fiel a Madrid.

El resultado fue que no encontró ni el calor de su partido materno ni el del de adopción para ser la candidata socialista en 2012. Un papel para el que tenía muchas papeletas si el devenir político no hubiera traído las turbulencias de una crisis que se tragaron los planes de Zapatero, y de paso los suyos.