Michael Jackson moría en Los Ángeles a los 50 años por un ataque al corazón. / Archivo
luto en el mundo de la Música

La fractura del ser

El corazón de Jackson se ha parado lisiado por la inadaptación a una realidad que era justo el negativo de la fotografía que el cantante veía cada mañana al despertar

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El corazón de Michael Jackson ha dejado de latir. Cuando se somete a tanta presión a un corazón, normalmente se para. Es cierto que el ser humano es un prodigio de resistencia ante las condiciones más adversas. Hay personas que resisten a la tortura y a las atrocidades, que sobreviven a las pérdidas y a las catástrofes. Y esos músculos con ritmo propio, esas complejas arquitecturas de bombeo que son sus corazones, continúan latiendo. A Michael Jackson se le ha parado, probablemente, cansado de latidos erráticos y amorfos.

Al calificado como ‘Rey del Pop’ se le ha identificado con el síndrome de Peter Pan, esa supuesta habitación psicológica de la infancia de donde el adulto no quiere salir. Tal vez es un diagnóstico acertado, aunque lo creo incompleto y, desde luego, no es el principal. El corazón de Jackson se ha parado lisiado por la inadaptación a una realidad que era justo el negativo de la fotografía que el cantante veía cada mañana al despertar.

La fama es una especie de fogonazo permanente que obliga a las personas a mirar como si estuvieran deslumbradas. Los ojos humanos no se han diseñado para estar deslumbrados siempre. De manera que no aguantan. A Jackson la antorcha de la fama le deslumbraba desde muy joven. La personalidad del cantante se construyó deformada como si fuera una planta de interior obligada a convivir en el desierto. Cada espejo que veía su color negro Jackson quería que le reflejara el blanco. Ninguna piel puede latir tanto tiempo ante semejante disonancia. Las facciones afroamericanas de los Jackson Five paulatinamente se fueron convirtiendo, por la química y la cirugía, en un felino albino asustado bajo el paraguas de Neverland.

Jackson ha fallecido asustándose del mundo. No es extraño que sobre un escenario fuera un portento musical y energético. El escenario estaba conectado directamente con Neverland sin pasar por el mundo. Cuando lo hacía, cuando Jackson pisaba el planeta Tierra que no comprendía, iba incrustado en una burbuja. Había positivado el negativo de la realidad en un espejo y la fotografía reflejaba sólo los colores pintados a mano por Jackson. El cantante no era únicamente un alma fracturada por la fama, sino una identidad rota por el color de la realidad.